Serán los políticos quienes deberán demostrar su eficacia ante el nuevo panorama que se vislumbra para los próximos años, en el que se acabaron las mayorías absolutas como la que disfrutó tras jurar su cargo el popular Mariano Rajoy como presidente del Gobierno el 21 de diciembre de 2011 Crece la incertidumbre sobre el futuro político a corto y a medio en la caribeña isla de Cuba tras el fallecimiento el pasado viernes del líder y, por muchos denominado, “padre” de la Revolución cubana, Fidel Castro. Carismática figura de indiscutilble importancia a nivel mundial pero que llevó al amable pueblo a unos niveles de pobreza más que evidentes. Personaje polémico, incluso después de muerto, ya que es noticiable hasta el nivel institucional de la representación con la que cada país acudirá a los actos programados en torno a sus exequias, mientras inevitablemente una gran parte de los cubanos tiene su mirada puesta en la reacción estadounidense. De momento, su presidente electo Donald Trump, que adolece totalmente de la humildad que hace más grandes a los grandes y, sin embargo, sobrado de esa molesta prepotencia y vanidad de los soberbios, ha señalado que "si Cuba es reacia a hacer un mejor acuerdo para el pueblo cubano, los cubanoamericanos y Estados Unidos en su conjunto, rescindiré el acuerdo".
En el panorama español da sus primeros pasos una legislatura, la décimosegunda, de trascendental importancia tras una prácticamente inexistente que sucedió a la décima de mayoría absoluta del Partido Popular, PP, que ha dejado un país convulso, con grandes desigualdades y una clase media bastante castigada. Por tanto, las esperanzas están, de momento, puestas en que un nivel adecuado de bienestar alcance al mayor número de ciudadanos para borrar en lo posible el desencanto generalizado hacia la clase política que no beneficia a nadie. Para ello, serán los políticos quienes deberán demostrar su eficacia ante el nuevo panorama que se vislumbra para los próximos años, en el que se acabaron las mayorías absolutas como las que ha disfrutado tras jurar su cargo el popular Mariano Rajoy como presidente del Gobierno el 21 de diciembre de 2011 y, por tanto, tendrá que acostumbrarse al diálogo constante con las formaciones políticas de la oposición y lograr los necesarios y saludables consensos para sacar adelante las grandes medidas y reformas de las que está necesitado el país. Y en esta dirección parece ir el Ejecutivo de Rajoy como acaba de dar muestra, como señalábamos en nuestra edición de ayer, con el acuerdo logrado con las comunidades autónomas sobre el tema de las reválidas en la Educación.
Ya en el panorama local, el pasado lunes recogía en la capital la máxima distinción que concede la Casa de Melilla en Madrid, el escritor, dramaturgo y cineasta Fernando Arrabal. Un melillense también cargado de tintes polémicos por su original y, en ocasiones excéntrica personalidad, pero defensor a ultranza de sus orígenes melillenses tal como dio sobradas muestras al recoger, en el salón de actos del Ateneo de Madrid, el galardón otorgado por la casa regional que preside Julio Miranda quien destacó los orígenes melillenses del escritor y “posiblemente el español referente cultural en vida más conocido a nivel mundial en múltiples ámbitos artísticos, literarios y culturales”. Del mismo modo, resaltó el presidente de la Ciudad, Juan José Imbroda, la importancia del “dramaturgo de fama mundial” y sobre todo su condición de “melillense que ejerce de melillense”. Un Fernando Arrabal que se mostró muy cariñoso y cercano en todo momento y que no cesó de elogiar su tierra natal, lo que siempre se agradece.