El Canal de Suez, desde su entrada norte en el mar Mediterráneo, hasta su entrada sur en el mar Rojo a través del estrecho de Bab el Mandeb, es una de las principales vías de tráfico marítimo en el mundo. Aunque el nombre del estrecho, en árabe (Puerta de las Lamentaciones) tiene muchos siglos de antigüedad, sigue siendo de aplicación, ahora, por la gran cantidad de problemas que su utilización ha generado a lo largo de la historia, sobre todo desde la inauguración oficial del Canal en 1869.
La importancia del Canal para el tráfico marítimo y, consecuentemente, para la economía internacional, es muy grande. Por el Canal pasa un 30% del tráfico mundial de contenedores y el 12% del comercio mundial, lo que equivale a unos 100.000 millones de dólares al año. La disrupción o paralización del tráfico naval en la zona, al obligar a las navieras a rodear África por el sur, doblando el Cabo de Buena Esperanza, alarga la navegación y aumenta significativamente los costes de transporte entre Asia y Europa y, como consecuencia, el coste final de los productos. Un dato significativo es que el bloqueo durante seis días del Canal de Suez, en marzo de 2021, causado por el encallamiento del portacontenedores Ever Given, provocó pérdidas estimadas en 10.000 millones de dólares.
El Canal de Suez está controlado por la Autoridad del Canal de Suez, quien se encarga no solo del buen funcionamiento de este sino también de la zona económica que se extiende en su orilla. Para Egipto esto supone una de sus principales fuentes de ingresos, ya que llega a contribuir un 2% del PIB del país.
Irán y Arabia Saudita son dos países importantes para el Canal de Suez. Ambos países son productores de petróleo, y exportan grandes cantidades de este a través del Canal. Irán es el tercer mayor productor de petróleo del mundo, y exporta alrededor de 2,5 millones de barriles de petróleo diarios. Arabia Saudita es el mayor productor de petróleo del mundo, y exporta alrededor de 10 millones de barriles de petróleo diarios.
Desde el principio del presente siglo, y cada vez con mayor frecuencia, algunos de los barcos que circulaban por la zona sufrían ataques de baja intensidad por parte de piratas somalíes quienes encontraban, en las peticiones de rescate de barcos capturados, la mejor manera de salir de la miseria que se padece en el país. Por ello, a finales de 2008, el Consejo de la Unión Europea adoptó la Resolución 2008/851/PESC, basada en diversas resoluciones de las Naciones Unidas, para establecer una operación militar marítima de la UE, denominada Operación Atalanta, y contribuir a la disuasión, prevención y represión de los actos de piratería y robo a mano armada frente a las costas de Somalia. En esta misión, entre otros muchos países, participaba España con elementos navales.
Pero, recientemente, la amenaza de baja intensidad que representaban los piratas somalíes se ha transformado en una de alta intensidad por las acciones de los grupos hutíes de Yemen, de religión musulmana tendencia chií, armados y apoyados por Irán. En la guerra civil iniciada en Yemen como consecuencia de un golpe de Estado contra el presidente Al-Hadi, en 2014, los separatistas del sur y las fuerzas leales al gobierno de Al-Hadi, con sede en Adén, entraron en conflicto con los grupos hutíes y fuerzas leales al expresidente Salé. Desde marzo de 2015, una coalición de estados árabes de tendencia sunní, liderada por Arabia Saudí, emprendió una campaña aérea y terrestre en territorio de su vecino Yemen para intentar repeler a las fuerzas hutíes, respaldadas y armadas por Irán, hasta el momento con escaso éxito. La lucha armada entre Sunníes y Chiíes continúa.
La nueva amenaza incluye la utilización de misiles, drones e incluso helicópteros, por lo que la misión Atalanta no está concebida, ni su mandato contempla, una acción armada en estas circunstancias. Por ello, los países interesados han decidido que se requiere de una nueva misión, con un nuevo mandato, adecuado a las circunstancias.
Esta misión, anunciada por los Estados Unidos y a la que han invitado a los demás países socios a unirse, se denomina ‘Guardián de la Prosperidad’. Hasta el momento se han unido veinte países de nuestro entorno geopolítico. La Unión Europea, por su parte, decidió modificar el mandato de la Operación Atalanta para contribuir a la nueva operación, pero se han enfrentado a la negativa de España, quien ha bloqueado la decisión ante la aparente sorpresa de los socios. Las razones para hacerlo no deberían constituir obviamente una sorpresa teniendo en cuenta el panorama político español, en el que el miserable Sánchez necesita de los votos de proterroristas, separatistas y comunistas quienes, obviamente, se oponen a cualquier decisión que suponga alianzas con otros países occidentales y, especialmente, con Estados Unidos. Sánchez está cogido por las orejas de sus miserables alianzas.
Es conveniente resaltar que, a lo largo y ancho del mundo, el terrorismo islamista supone una nueva lacra justificada, en ocasiones, con ciertos versículos del Corán o expresiones del Hadith, pero muy especialmente con el uso de la palabra yihad con el significado de ‘guerra santa’ contra los infieles, los no musulmanes. En realidad, el término ‘yihad’ ha adquirido tanto significados violentos como no violentos. Puede significar, especialmente, la lucha por vivir una vida moral y virtuosa, por la búsqueda de la perfección individual. Pero también puede significar la lucha contra la injusticia y la opresión. Una encuesta realizada por Gallup mostró que una ‘mayoría significativa’ de los musulmanes de Indonesia definían el término como “el sacrificio de la propia vida en honor al Islam, a Dios por una justa causa” o como “una lucha contra los oponentes del Islam”. En el Líbano, Kuwait, Jordania y Marruecos, la mayoría utiliza el término para hacer referencia a un «deber hacia Dios», un «deber divino» o una «obra hacia Dios», sin connotaciones militares o violentas.
Recordemos que, durante siglos, también el Cristianismo pretendió ser impuesto por la fuerza.