Melilla en Agosto, en blanco, abierta, isleña, con un mar que pinta su costa pero que sigue, como siempre, mirando al norte. Hacia allí nos vamos para cargar las pilas, para cumplir los sueños de todo un año, para volar y volver cargados de vivencias. Otros regresan, forman parte de una diáspora que sueña con este sur, de amaneceres limpios, con rincones que fueron escenarios de parte de su vida. Es la Melilla eterna. Dicen que el verano es tiempo de relajaciones, pero por favor no lo hagan en el vestir aunque nos haya costado un golpe de calor por el pegajoso levante. Disfruten con moderación alcohólica y si no, ya saben no recordaran nada de ese tiempo que vivieron. Es época de reencuentros, de esa familia lejana en kilómetros o de amigos de trabajo o de estudios. Conversar, comunicarnos, también en Agosto, de dedicar tiempo a quien no se lo dimos en el resto del año, por trabajo. Todo en su medida y con la debida prioridad. Los libros también son para el verano, ese fiel compañero que nos abre mente para imaginar un personaje o suponer como es el paisaje en unas letras descrito. Para ellos siempre hay un sitio en nuestra maleta, los quitamos de la biblioteca o los compramos en una Liberia, después de indagar por sus pasillos. Verano de conciertos en noches de poniente del Auditorium a la Plaza de Armas. Y se nos fue y se lo llevo todo el tiempo y tanto amor; se lo llevo, la distancia y tanto error. Con Antonio Orozco sentimos el viernes en el Carvajal. Vivan y disfruten de lo cotidiano, de lo que no cuesta tanto, pero de lo que si hace felices a otros y a nosotros primero. Comienza Agosto y tiene un libro con treinta hojas en blanco llénelas, no importan los borrones, pero escriba, comparta, como si fuera su último día. Estamos hechos de pedacitos de ti, de tu voz, de tu andar, de cada despertar, del reír, del caminar, de susurros, de sentir…Palabras de Orozco y amén. Y el que está por llegar, David de María me suena a noches de radio en la capital con Patricia en la pecera, me huele a Málaga, donde escribimos nuestros sueños, de esos reencuentros a la orilla de una luna donde se acaba el mar. Es esa promesa de amor que desnuda el deseo. Precisamente ahora, en este verano, que te imagino en mí caminar, queda algo pendiente. No dejemos eso así, hay tiempo y no hay excusas, seamos vagabundos de valores. Y en El Pueblo, sonaran acordes a la luna de Agosto en la víspera de las lágrimas de San Lorenzo. Noches para duetos, como con Malú, que escuchaba y cantaba sin cansancio… Me has visto ser feliz entre tus brazos, te he visto amar y huir. Enamorada, tejiendo lunas en la madrugada, aunque otros brazos calmen mi deseo, en cada beso sin querer te buscaré. Así haremos en mil caminos para regresar renovados. Esta columna les deja descansar y si Dios lo permite, y Editor y Director así lo quieren, en Septiembre nos reencontraremos en estas páginas. Feliz verano.