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Elecciones y entendimiento

Creo que fue en 1960 cuando el historiador e hispanófilo Gerald Brenan publicó su libro más famoso en España: “El laberinto español”, con el subtítulo de “Antecedentes sociales y políticos de la guerra civil” de 1936-1939. A la guerra civil dedicó Brenan el epílogo de su libro, con un título que resume muy bien su pensamiento sobre esa guerra: “El vencido, vencido y el vencedor, perdido”
José Manuel García-Margallo, una persona y un apellido muy ligados a Melilla, publicó, junto con Fernando Eguidazu, en 2022, un libro con título muy parecido al de Brenan: “España en su laberinto” y un subtítulo también similar al del inglés: “Un análisis de los errores que han hecho que el legado de la Transición haya sido dilapidado hasta conducir a España al laberinto actual”. Del que se podría salir, concluye, mediante un “improbable” -según el calificativo empleado por los autores del libro- “entendimiento entre el PP y el PSOE”, los dos partidos mayoritarios. Esa es la solución que Margallo y Eguidazu proponen pero que, al mismo tiempo, creen “Improbable”, por no decir “imposible”, que sería un término mucho más aplicable a la situación actual y, en mi opinión, futura, al menos en un futuro próximo y visible y con Pedro Sánchez al fondo del cuadro. Así que su “solución” no es tal, sino una simple -y bienintencionada- aspiración…. incumplible.
Melilla también está -y de una manera destacada- en su laberinto. Su laberinto político, especialmente. Lo que ocurra el próximo 28 de mayo será muy importante para nuestra ciudad. Quizás una solución como la que propone Margallo para España -un entendimiento entre los dos partidos mayoritarios tras las elecciones- sería lo mejor para Melilla, lo que proporcione estabilidad política y favorezca el imprescindible desarrollo económico de la ciudad. Y quizás, a pesar de lo que hoy puede parecer, será posible tal entendimiento, como lo fue en un pasado no tan lejano. Volveré sobre ese tema.

Problemas
Económicos, en España. El Ibex -las 35 mayores empresas cotizadas del país- se quejan, con razón, de letigiosidad, inestabilidad jurídica, presión fiscal y de las trabas administrativas. También crece la preocupación por el riesgo regulatorio y aumentan las quejas sobre el “acecho” fiscal.
Yendo a lo próximo, en Melilla hay que cambiar, radicalmente, el trato a los empresarios. Los que están y los que han de venir. Y hay que solucionar, con rapidez, el desastre del reparto de las ayudas a los empresarios y trabajadores que hemos soportado el covid y mantenido los empleos.
Leo que los gobernantes españoles-Aznar fue una excepción- tienen el don de no hacerse oír en el concierto de las naciones (Guy Sorman, ABC, el 13/3). Pedro Sánchez sí se hace oír, especialmente en Marruecos. Pero -como los melillenses podemos comprobar a diario- no le hacen ni el menor caso, excepto cuando se rinde ante lo que Marruecos le ordena.
Problemas también en el deporte rey, en el fútbol. Asombroso artículo de Ignacio Ruiz-Quintano ese mismo 13/3. Historia de un relato, se titulaba. El vanguardismo de la Liga de Tebas tiene a Vinicius al borde del exilio. El problema de su Liga no es el Negreinati (que no irá a ningún sitio, salvo que al sanchismo le rente electoralmente), sino el regate/regatón de Vinicius. Fútbol y política comparten una misma concepción sectaria. Para el hincha y el militante, la cohesión tribal es algo sagrado, que se utiliza para intentar camuflar un descalabro reputacional decisivo para un club, el Barcelona, que dice ser más que un club. Ya cuela menos el “Madrid nos roba”, otra contraseña soberanista, dice Ignacio Camacho. A Laporta le quedan pocas salidas que no sean la suya propia, apuntilla el catalán Salvador Sostres.

Posdata y consuelo
La libertad, según el filósofo Epicteto -que fue esclavo- no es tanto un modo de actuar como de pensar. “Nuestra libertad no consiste en cambiar el curso de los acontecimientos que vamos a vivir, sino en cambiar nuestro modo de vivirlos”, dijo -porque él jamás escribió nada- y así fue escrito por su discípulo, Arriano de Nicomedia.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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