En un lugar de Belem, de cuyo nombre quisiera acordarme, nació una noche un niño de hermosa presencia y extraña identidad. Tal vez como otros niños que nacieran, pero que en lugar de lecho protegido, tuvo pesebre abandonado. Envuelto en el manto de una madre temerosa y en la mirada de un padre cabizbajo, hallo calor, en el vaho de un buey soñoliento y una vieja mula ausente de la escena.
La noche rutilaba en la intemperie, escamas de nieve parecidas a estrellas y soplos de ventisca, sonaban a lejanas canciones olvidadas. Un poco más lejano de donde esto ocurría….
Asombrada fue la cara del pastor, que al calor de una fogata, vio aparecer en la puerta de su choza, una presencia forastera, de extraña apariencia y mirada serena.
Presto a la defensa cogió su cayado, pero la sonrisa sin palabras de aquel aparecido, le hizo desistir de su temor y viendo que su perro compañía sesteaba tranquilo, se dirigió al visitante invitándole a compartir su sopa y su candela. Sin más palabras que su mirada, este le dio a entender que iba de paso. Salió el pastor a la puerta de su choza para despedirle y vio que ya no estaba. Solo una claridad desacostumbrada, lo había ocultado. Había dejado de nevar, y la ventisca, sonaba, como una llamada hacia aquel lugar de Belem, de cuyo nombre quisiera acordarme, en el cual, un niño de hermosa presencia y extraña identidad… Buenos días y buenas noches
