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El Padre Arnáiz y Melilla Semblanza biográfica de un nuevo Beato

Padre Arnaiz

Ayer, 20 de octubre en la catedral de Málaga era beatificado un hombre bueno, un hombre de Fe. El mismo que cien años atrás, concretamente en mayo de 1918 viajaba acompañando a otro ser humano excepcional, el entonces Obispo de Málaga, hoy San Manuel González. Ambos se desplazaron a Melilla para acudir a la consagración de la nueva Iglesia que se había construido en el Llano: el Sagrado Corazón de Jesús.
Aquel jesuita que en su breve estancia en nuestra ciudad dedicó tiempo a la misión, a explicar la Palabra de Dios a todo aquel que se acercó a escucharle es hoy un nuevo Beato.

A continuación unas pinceladas sobre la vida muy intensa, la de Tiburcio Arnáiz Muñoz, "el Padre Arnáiz".

Nació el 11 de agosto de 1865 en Valladolid, en la calle de Panaderos. Muy pronto quedó huérfano de padre, Ezequiel Arnáiz (1870), quien había trabajado como tejedor en un modesto taller. Su madre, como pudo sacó adelante a sus dos hijos, Tiburcio y Gregoria (siete años mayor).

Muy joven siente la vocación religiosa y entra en el Seminario. En un primer momento como interno y posteriormente yendo a dormir a su casa para ayudar a la economía del hogar aportando lo que ganaba como sacristán del Convento de San Felipe de la Penitencia de las Monjas Dominicas.

Fueron transcurriendo los años hasta que el 20 de abril de 1890 era ordenado sacerdote. Villanueva de Duero, cerca de Valladolid fue el primero de los destinos, desempeñando allí el cargo de párroco.

Sus compañeros, sabedores de la valía y profunda religiosidad de Tiburcio le animan a que continúe estudiando y oposite para una parroquia de mayor entidad. De este modo llega a Poyales del Hoyo, perteneciente a la Diócesis de Ávila. Algunos años más tarde, concretamente el 19 de diciembre de 1896 en la Diócesis Primada de Toledo obtiene el Doctorado en Teología.

Un punto de inflexión en su vida llega con el fallecimiento de su madre. Se plantea entonces de ingresar en la Compañía de Jesús a la vez que Gregoria lo hacía en el Convento de las Dominicas, donde él había ejercido como sacristán. Así el 30 de marzo de 1902 entra en el noviciado de los jesuitas de Granada.

Dos años dura su permanencia en dicho lugar. Era norma habitual que cuando un nuevo jesuita ingresa en la Compañía siendo sacerdote dedicara algunos años a perfeccionar los estudios de Filosofía y Teología. Fue también Superior de otros escolares en estas materias. Comenzó asimismo a dar Ejercicios Espirituales a sacerdotes del clero diocesano y a ejercer la misión en pueblos cercanos a Granada. Es en esta época cuando empieza a gestarse su fama de santidad.

Antes de tomar las votos definitivos, en 1911 realizó en Loyola la llamada "Tercera Probación" (un curso dedicado al cultivo de la vida espiritual además del estudio de las Constituciones dejadas por San Ignacio y otros documentos de la Orden).

Un año después llegaba a Málaga (previamente estuvo en Canarias) durante permaneció durante los siguientes catorce años a excepción del período comprendido entre 1916-1917 que residió en Cádiz.

En la capital malacitana fue persona muy conocida y muy querida. Primero por su sólida dirección espiritual y por el fomento de la devoción al Corazón de Jesús. Otra de sus funciones fue visitar a los más débiles, los más necesitados: enfermos en los hospitales, presos en la cárcel, etc.

Pero tal vez por lo que más se le recuerda es por su labor en los llamados "Corralones" y por las "doctrinas rurales". En aquellas casas de vecinos de peculiares características, donde habitaban gentes muy pobres, estaban situadas en los barrios periféricos. Lo primero que hacía era alquilar una habitación donde establecía una pequeña escuela, denominada "miga" a cuyo frente había una maestra que enseñaba "las primeras letras" a sus habitantes. Además se les instruía también en matemáticas y en el catecismo.

Pero el P. Arnáiz tenía un proyecto más amplio, deseaba llevar esta formación a los cortijos y aldeas, allí donde no llegaba nadie y donde las carencias culturales eran muy grandes. Deseaba ir a esos campos a predicar la Fe. Dicha acción fue bautizada como "Doctrinas rurales".

Se hallaba predicando la Novena del Corazón de Jesús en Algodonales (Cádiz), perteneciente entonces a la Diócesis de Málaga, cuando cayó enfermo con fiebre muy alta. Desde la capital enviaron un coche para trasladarlo a la residencia. Cuando se tuvo conocimiento del estado en el que se encontraba y de cómo había llegado, la ciudad se movilizó, acudiendo un numeroso gentío a la Residencia de los Jesuitas para saber cómo estaba.

Lo que en un principio se diagnosticó como bronconeumonía fue empeorando y tras ocho días de enfermedad, este hombre, ya entonces con fama de santo, murió el 18 de julio de 1926. Ante la gran devoción que por él sentían los malagueños, su cadáver fue expuesto para la veneración pública, siendo visitado durante tres días. Incluso antes de ser inhumado fue conducido por las calles de la ciudad, las mismas que él había recorrido y llevado la Procesión del Corazón de Jesús. Llegó incluso a cerrar el comercio. El cortejo fúnebre fue presidido por las autoridades religiosas, civiles y militares. Numerosas fueron las personas que le acompañaron en este último paseo por Málaga, donde había sembrado el bien con su incansable apostolado.

Sus restos descansan en la Iglesia del Sagrado Corazón de dicha ciudad, obra del arquitecto Fernando Guerrero Strachan, autor también del templo del mismo nombre de nuestra ciudad.

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