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El oso furioso está nervioso. Slava Ukraini

La rápida recuperación de terreno que las tropas ucranianas, en los pasados días, han conseguido en el este del país, ha tenido consecuencias inmediatas e importantes dentro y fuera del país, entre los contendientes y los que los apoyan, así como entre los que estaban ‘entre dos aguas’, quienes en su mayoría apoyaban políticamente a Rusia o se manifestaban neutrales interesados.
Los países que apoyan a Ucrania.


El pasado 22 de febrero, justo antes de que se produjera la invasión rusa a Ucrania, escribía un artículo sobre la entonces amenaza de invasión, en el que desarrollaba mis suposiciones y temores. Dicho artículo fue complementado el mismo día 24 -de nefasto recuerdo- y publicado el siguiente fin de semana. El título del artículo era “Hitler, Putin y ¿será de nuevo Polonia o las Repúblicas Bálticas?” En el artículo afirmaba: “es conocida la secuencia de acontecimientos que permitieron a Hitler pensar que sus ansias expansionistas no iban a tener consecuencias negativas”, a la vez temiendo que se repitiera la historia y esperando que no lo hiciera. Estaba entonces preocupado con que, en el caso de que se concretara la invasión, las potencias occidentales no reaccionarían con la rapidez y contundencia requeridas, buscando el ‘apaciguamiento’, como ya había ocurrido cuando, en 2014, Rusia se anexionó la Península de Crimea, sin que se produjera una reacción significativa a nivel mundial.


Mis temores no se han visto realizados, al menos no en su totalidad. La Unión Europea y la OTAN han reaccionado, inicialmente con demasiada cautela, pero posteriormente con mayor determinación, imponiendo severas sanciones a Rusia que, por la ayuda que otros países han prestado a Rusia, comprando sus materias primas, no han tenido todo el efecto devastador que era de desear. Una nueva tanda de sanciones especialmente dirigidas al sector energético, en la actualidad en discusión, pudieran tener algún efecto añadido. Sigue siendo cierto que la continuidad en el tiempo de las sanciones, tanto como sea necesario, es un factor importante.


Las supuestas debilidades de Biden y atonía del pueblo americano, y la entonces manifiesta debilidad de la UE en la defensa de los valores que la debieran caracterizar, así como su desunión interesada, se han visto ampliamente superados por la respuesta de las poblaciones occidentales, en defensa de Ucrania, y por el fuerte liderazgo político demostrado, en muchos casos, no en todos. El oso ruso, al mostrar sus garras no tan afiladas como parecían, con la excepción de la amenaza nuclear, ha despertado a Occidente, con la excepción de los miserables de siempre.


La reunión de la OCS.
Se ha celebrado, esta semana, una reunión de los países miembros de la Organización de Cooperación de Shanghái, organización ‘codirigida de facto’ por China y Rusia y a la que pertenecen actualmente ocho Estados miembros (China, India, Kazajstán, Kirguistán, Rusia, Pakistán, Tayikistán y Uzbekistán), cuatro Estados observadores interesados en adherirse como miembros de pleno derecho (Afganistán, Bielorrusia, Irán y Mongolia) y seis “Asociados en el Diálogo” (Armenia, Azerbaiyán, Camboya, Nepal, Sri Lanka y Turquía).


En contra de lo que probablemente Putin esperaba -una nueva contrariedad que sumar a la, para él, pésima marcha de la guerra- China no tan solo no apoyó su invasión a Ucrania, sino que le reprochó el llamamiento a filas de 300.000 reservistas y su voluntad de continuar la guerra a cualquier precio, incluyendo la amenaza de uso de armas nucleares y la celebración de referéndums en las zonas ocupadas lo que, dijo China, se opone a los principios de la Carta de las Naciones Unidas.


Turquía, aún con su postura ambivalente, de contactos con ambas partes, y su negativa a aplicar sanciones a Rusia, también se manifestó favorable a la finalización de la guerra ya que, en su opinión, ninguna invasión está justificada. India, el otro grande en la reunión e importante socio comercial de Rusia, también se manifestó en contra de la continuidad de la invasión.


La situación en el interior de Rusia.
El impacto real, sobre la población rusa, de las recientes derrotas de sus tropas en Ucrania, de las grandes pérdidas en personal y equipos, así como el más limitado de las sanciones económicas, estimo que solo se verá, como escribí en su momento, cuando la ilusión colectiva del pueblo ruso – aquella que piensa que esto no es más que otro badén en la larga y difícil historia de Rusia – finalmente se derrumbe. Cuando eso suceda, el cambio en la opinión popular rusa será rápida y violenta. La «opinión popular» es inherentemente volátil cuando el simple hecho de tener una opinión es peligroso, mucho más si es pública.


La lucha interna e ideológica entre los “halcones”, viejos nostálgicos de la antigua URSS, y los jóvenes rusos, no ha hecho más que empezar. El detonante ha sido la llamada a filas de 300.000 jóvenes reservistas. Mientras los que morían en Ucrania eran voluntarios, mercenarios o poblaciones marginales de los límites de Rusia, los jóvenes rusos de Moscú o de San Petersburgo no estaban tan interesados en lo que pasara en la ‘operación militar especial’ en Ucrania. Cuando esa ‘pequeña operación’ se ha convertido en una guerra y ahora el poder ruso, los viejos halcones, quieren enviarlos a una posible muerte, defendiendo algo que no les interesa lo más mínimo, tanto los jóvenes como sus familias, han tomado un gran y urgente interés en la guerra en Ucrania.


Muchas fuentes apuntan a la total ocupación, y exorbitantes precios, de los vuelos de salida hacia países que no exigen visado a los nacionales rusos, así como largas filas de vehículos esperando para entrar en Finlandia. Si por fin se completa la movilización, y los desafortunados que no han podido librarse son entrenados, armados y enviados a Ucrania, empezarán a producirse muertes, deserciones, insubordinaciones, y las familias de los enviados, y de los pendientes de enviar, probablemente se manifestarán con dureza contra los que les privan de sus hijos, sus maridos, sus hermanos.
El futuro inmediato.


De la información abierta disponible parece que existe, en las próximas semanas, una manifiesta oportunidad de inclinar definitivamente la balanza a favor de Ucrania. Rusia, al llamar a filas a reservistas, ha declarado indirectamente la precaria situación militar en que se encuentra, a costa de enfrentar la reacción de los llamados a filas y sus familias y, a la vez, haciendo patente ante su población que la anunciada como ‘mini guerrita de liberación’ es en realidad una guerra, en la que no les va muy bien.
La continuidad en el apoyo occidental, con el suministro urgente de las armas y municiones que solicita Ucrania, más capaces y sobre todo en mayor número, desoyendo las amenazas de Putin y sus halcones, puede significar la diferencia final. No esperemos a que Rusia, en unos pocos meses, pueda emplear la totalidad de sus recursos en una guerra de atrición, con el coste en vidas que ello supondría.


Es preciso acelerar la decisión de la guerra, hacia la victoria de Ucrania. O, al menos, hacia una retirada ordenada de las tropas rusas, tras una negociación que se ha demostrado posible con el tema de las exportaciones de cereales y con el muy reciente intercambio de prisioneros.
No conviene ahogar a Putin, pero si llevarle a pensar que es mejor nadar en su propia piscina.

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Gonzalo Fernández

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