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El nuevo y no democrático Estados Unidos. Slava Ukraini

Las investigaciones que el Comité parlamentario encargado de realizar el trabajo para entender quién hizo qué, cómo, cuando, en el fatídico asalto al congreso de los Estados Unidos, el pasado 6 de enero, ya habían presentado testimonios increíbles. Pero el pasado jueves estas averiguaciones alcanzaron un nuevo nivel.

La dejación de sus funciones en que incurrió Trump, ignorando incluso el consejo y las peticiones de sus asesores más cercanos, incluso de su hija Ivanka, son imposibles de entender en un país que no fuera el que Trump construyó con el apoyo y beneplácito de buena parte del partido republicano. El que un presidente de cualquier país democrático incite a sus seguidores más violentos, para que se dirijan armados al Congreso de la Nación, tratando de cambiar por la fuerza el resultado de las elecciones, es sencillamente increíble.
El que ese presidente ignore las llamadas de auxilio de su propio vicepresidente y de sus propios correligionarios, que temían incluso por su vida, es ya inexplicable. Se han presentado testimonios que ratifican todo lo escrito, incluso de llamadas que los agentes del servicio secreto, encargados de proteger al vicepresidente, hicieron a sus familias despidiéndose de ellos al ver cercana su posible muerte.
Entretanto, el entonces presidente Trump, dilucidaba durante tres horas si debía pedir a los asaltantes que abandonaran la violencia y el asalto, en qué términos debía hacerlo, negándose a reconocer el resultado de las elecciones y “viendo el ataque en la televisión mientras su personal de mayor antigüedad, asesores más cercanos y familiares le rogaban que hiciera lo que se espera de cualquier presidente estadounidense», dijo la representante demócrata Elaine Luria.
En ese terrible tiempo de espera, el propio abogado de la Casa Blanca, Cipollone, le dijo al jefe del staff, Meadow: “Mark, necesitamos hacer algo más. Literalmente están pidiendo ahorcar al vicepresidente». Una testigo presencial afirma que Meadow respondió: «Lo escuchaste Pat, él piensa que Mike (Pence, el vicepresidente) se lo merece, no cree que estén haciendo nada malo». Cuando, por fin, Trump hizo el video pidiendo a sus seguidores que abandonaran el Congreso, lo termino con las palabras “Volved a casa, os amamos”.
Unas cuatro horas después de que empezara el asalto, Trump tuiteó, justificando a los asaltantes: «Estas son las cosas y eventos que suceden cuando los grandes patriotas, que han sido maltratados e injustamente tratados durante tanto tiempo, son privados sin ceremonias y con saña de una victoria electoral sagrada y aplastante”. De nuevo repitiendo la mentira de su victoria electoral, que se ha convertido en su mantra.
Lo que resulta vergonzoso, si los políticos a los que haremos referencia conocieran el significado de ese término, es el cambio de chaqueta del congresista McCarthy, que entonces dijo: «El presidente tiene la responsabilidad del ataque del miércoles al Congreso por parte de alborotadores de la mafia, porque no actuó de inmediato». Por su parte el senador McConnell dijo: «Era obvio que solo el presidente Trump podía poner fin a esto». También culpó a Trump por inflamar a sus partidarios con afirmaciones falsas de fraude electoral.
Pero todo ello ha quedado ‘convenientemente olvidado’, los tres son grandes amigos y obviamente no dijeron lo que dijeron, claro está hasta que el comité investigador mostró los pertinentes videos. Pero, quién se va a preocupar ahora por esas pequeñeces, ¿verdad?
Hasta personalidades de Fox News, la cadena fetiche de Trump, de donde sacaba casi la única información que asimilaba y con la que frecuentemente consultaba sus decisiones, argumentaron entonces que las escenas estaban perjudicando lo que claramente veían como una causa común y que Trump no estaba haciendo lo suficiente para detener a los asaltantes.
En un perfecto ejemplo de la influencia que tenían los presentadores de la cadena Fox sobre Trump y su entorno, La presentadora de Fox Laura Ingraham, llamó a Meadows para decirlo: «Hola Mark, el presidente necesita decirle a la gente en el Capitolio que se vaya a casa. Esto nos está perjudicando a todos. Está destruyendo su legado».
En este mundo increíble se mueve ahora la política americana, con una división profunda entre partidarios de una u otra fuerza política; con la mentira como arma; la violencia desatada con matanzas continuas, sin que se tome siquiera en consideración el poder limitar la posesión de armas a quienes de verdad deben tenerlas; con la Corte Suprema tomando decisiones que la mayoría del pueblo americano no aprueba y amenazando con tomar aún más decisiones de ese tipo.
Un estudio semioficial publicado por el Instituto de Investigación de Defensa Nacional (NDRI), publicado hace unas semanas, concluye que Estados Unidos está perdiendo muchos de los siete atributos que cree que son necesarios para el éxito competitivo: ambición y voluntad nacional; identidad nacional unificada; oportunidad compartida; un estado activo; instituciones eficaces; una sociedad de aprendizaje y adaptación; y la diversidad competitiva y el pluralismo.

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Gonzalo Fernández

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