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El mundo se asoma a una crisis de deuda.

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A principios de este año, la deuda mundial se disparó hasta alcanzar la cifra récord de 315 billones de dólares. Esto supone más del triple del Producto Interior Bruto (PIB) mundial, según el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), que realiza un seguimiento del endeudamiento en las economías avanzadas y en desarrollo. Podemos hacer una aproximación al grave problema afirmando que, para pagar la deuda actual, se precisaría que los habitantes de todos los países del mundo trabajaran durante más de tres años, sin gastar ni consumir ni un solo euro.

Sorprendentemente, la última vez que la deuda mundial fue tan grave fue durante las Guerras Napoleónicas, hace más de 200 años. La actual oleada de deuda es la cuarta desde la Segunda Guerra Mundial y la mayor hasta la fecha, pues comenzó en 2010 y alcanzó cotas insufribles durante la pandemia mundial de COVID. Dado que cada oleada de deuda anterior ha acabado en miseria, a corto plazo podríamos estar enfrentando una crisis sin precedentes.

De esos 315 billones de dólares, alrededor de 59,1 billones de dólares corresponden a la deuda de los hogares, que incluye hipotecas, tarjetas de crédito y préstamos estudiantiles. La deuda pública representa 91,4 billones de dólares, mientras que la deuda empresarial asciende a 164,5 billones de dólares. La cifra también incluye los 70,4 billones de dólares que debe el sector financiero mundial.

Dos tercios de la deuda mundial corresponden a las economías avanzadas, y el resto a los países en desarrollo. Sin embargo, en términos relativos, la deuda de las economías emergentes se ha disparado en los últimos años, habiéndose casi duplicado hasta los 105 billones de dólares, desde los 55 billones de dólares de hace una década. Si la deuda se dividiera a partes iguales, cada persona del planeta debería $39.000.

Resulta alarmante el aumento de los costes del servicio de la deuda. Los países de ingreso bajo y medio-bajo, también conocidos como mercados fronterizos, que se endeudaron cuando los tipos de interés eran bajos y existía apetito por parte de inversionistas, dedican ahora alrededor del 23% y el 13% de sus ingresos por exportaciones, respectivamente, a pagar su deuda externa.

El creciente coste de la deuda está drenando recursos públicos vitales necesarios para el desarrollo. Unos 3.300 millones de personas, casi la mitad de la humanidad, viven actualmente en países que gastan más dinero en pagar los intereses de sus deudas que en educación o sanidad.

«Esta situación es claramente insostenible», afirma Anastasia Nesvetailova , Jefa del Departamento de Macroeconomía y Desarrollo Político de la UNCTAD, Ginebra, y profesora de Economía Política Internacional en la City University de Londres. «Mientras se vislumbra en el horizonte una crisis sistémica de la deuda, en la que un número creciente de países en desarrollo pasan de la angustia al impago, ya está en marcha una crisis de desarrollo.»

Los efectos económicos han sido graves: para finales de 2024, las personas en casi la mitad de las economías en desarrollo, con calificaciones crediticias débiles, serán en promedio más pobres que en 2019, en vísperas de la pandemia de COVID. Es poco probable que las perspectivas mejoren en el corto plazo: las economías en desarrollo con calificaciones débiles crecerán casi un punto porcentual más lentamente durante 2024-25 que en la década anterior a la pandemia.

 

Causas de la crisis de deuda

La crisis de deuda global tiene múltiples causas, que varían según el contexto.

Por una parte, una política monetaria expansiva, como consecuencia de las políticas de tasas de interés bajas implementadas por los bancos centrales, especialmente los occidentales, como la Reserva Federal de EE. UU. y el Banco Central Europeo, lo que ha facilitado el endeudamiento tanto a nivel estatal como privado. Estos bajos tipos de interés han incentivado a gobiernos, empresas y particulares a asumir más deuda, en parte debido a los bajos costos de los préstamos. El dinero “ha estado barato”.

También ha habido unos años de crecimiento económico débil, lo que ha hecho que sea más difícil para los prestatarios cumplir con sus obligaciones de deuda. La baja inflación y el estancamiento del crecimiento han contribuido a la acumulación de deuda insostenible.

Los desequilibrios comerciales y financieros globales, donde algunos países acumulan grandes superávits mientras que otros tienen déficits significativos, han exacerbado las tensiones de deuda. Los países en desarrollo, a menudo con economías más vulnerables, se han visto especialmente afectados.

Pero una causa con frecuencia presente, y que agrava la influencia de las demás, es la aplicación por parte de líderes incapaces y populistas de malas políticas de gestión. La corrupción, la falta de transparencia y la ineficiencia en la administración pública pueden seguramente contribuir a un aumento descontrolado de la deuda.

Por fin, la adquisición de deuda en una moneda diferente de la propia hace que esta sufra con las fluctuaciones del tipo de cambio. Además, la mayor depreciación que con frecuencia ocurre con las monedas más débiles en relación con el dólar o el euro, hace que cada año que pasa se haga más caro, en moneda local, hacer frente a los pagos de deuda.

 

Países Más Cercanos al Impago Soberano.

Entre los países más cercanos al impago soberano -los estados no pueden hacer frente a las obligaciones contraídas- se encuentran Argentina, Zambia y Turquía, entre otros. Esos países tienen en común una elevada inflación y una deuda externa significativa.

 

La situación en España.

En julio pasado la deuda pública ha disminuido en 8.931 millones de euros respecto a junio, de forma que ha pasado de 1.624.856 millones a 1.615.925 millones. Así pues, la deuda en julio ha sido del 107,35% del PIB y la deuda per cápita, que ha descendido este mes, ha sido de 33.115 €. Si la comparamos con la de julio de 2023, vemos que en el último año, la deuda ha crecido 926 € por habitante.

Cada español debe a los prestadores de deuda la increíble cantidad de 33.115€. Y todos los españoles, particulares y empresas, tendrían que trabajar durante más un año, sin gastar un euro, para poder pagar la deuda adquirida por nuestros gobernantes.

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Gonzalo Fernández

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