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El Metaverso. Así viviremos en el 2031 ¿También en Melilla?

Metaverso

Por: Gonzalo Fernández

Hace unos días Mark Zuckerberg, el CEO de Facebook, anunció el cambio de nombre de su empresa por el de META. Este cambio se produce mientras él está sufriendo todo tipo de ataques, por haber permitido que Facebook se convirtiera en el vehículo de mensajes de odio, de noticias falsas en temas tan importantes, entre otros, como las vacunas.

Los motivos para este cambio de nombre pueden ser varios, además del ya mencionado. Pero entre los más importantes pudiera ser el de ofrecer una imagen de modernidad, de transformación, de tratar de transmitir una imagen de mirada hacia el futuro, dejando atrás el engorroso pasado. La palabra “meta” resulta perfecta para ese propósito, ya que representa el concepto “después” o “más allá”. 

En ese mismo sentido se emplea la palabra “metaverso”, unión de las palabras “meta” y “universo”, significando que el metaverso es algo más allá del universo conocido, del entorno en que hasta ahora se han desarrollado nuestras vidas.

Matthew Ball en su ensayo sobre el metaverso, dice: “El Metaverso es una red interoperable y a escala masiva de mundos virtuales 3D renderizados en tiempo real que pueden ser experimentados de forma sincrónica y persistente por un número efectivamente ilimitado de usuarios, y con continuidad de datos, como identidad, historial, derechos, objetos, comunicaciones, y pagos”.

Poniendo un ejemplo actual muy sencillo y, por tanto, muy limitado, podríamos decir que una ínfima parte de ese metaverso serían nuestras transacciones bancarias en línea, donde un número enorme de clientes pueden estar interactuando con el mismo banco y al mismo tiempo, realizando diferentes tipos de operaciones casi instantáneas.  Y al mismo tiempo unos cuantos millones de personas en todo el mundo estarían comunicándose por videoconferencia con los usuarios del banco dándoles instrucciones o recibiendo información, otros jugando juegos en tres dimensiones también se unirían y así hasta el límite de la capacidad humana para descubrir e implementar nuevas aplicaciones sobre la internet y enfocadas en las actividades de cada uno de los individuos.

Este metaverso que pudiera parecer tan sofisticado y lejano está de hecho al alcance de la mano, máxime teniendo en cuenta la velocidad a la que el mundo que “vive” en internet se ha desarrollado. Zuckerberg dice que no pasarán más de diez años para que lo vivamos. Como ocurre en muchas ocasiones, ese progreso lleva aparejadas posibles complicaciones o retrocesos, siendo el más obvio el potencial control que sobre todas las acciones de nuestra vida pudiera tener aquel que tenga acceso a todos nuestros datos en el metaverso, limitando o aniquilando de hecho nuestra libertad y convirtiéndonos en súbditos del “dios” de la internet, obligados a tomar diariamente nuestro “soma”, nuestra pastilla de la felicidad, como se lee en la magnífica obra “Un Mundo Feliz”, de Aldous Huxley.

Ya estamos viviendo, parcialmente, algo similar con la permanente presencia del teléfono móvil en nuestras vidas, casi infinita en el caso de nuestros jóvenes, para los que constituye de hecho casi el único medio de comunicación, por encima de las conversaciones cara a cara o de la escritura. 

Y en el caso de la vida diaria de los adultos, significa nuestra permanente disponibilidad para cuando nuestro jefe, o nuestros compañeros, o nuestros amigos, consideren oportuno llamarte, sea cual sea la hora, o el día, o la actividad a que en ese momento nos estemos dedicando.

Y no solo podrán oírnos, sino también vernos en tres dimensiones. Quitando por un momento seriedad al tema, ¿deberíamos estar siempre vestidos como para ir a la oficina, o al teatro? Por suerte ya no será la ya tradicional videoconferencia lo que usaremos, sino nuestra representación holográfica, con lo cual la imagen que verá nuestro corresponsal será nuestro yo virtual, sentado con él a la mesa o viendo el partido de futbol.

Todas las herramientas que se requieren para que el metaverso se convierta en realidad ya están disponibles, solo hace falta escalarlas en la proporción necesaria, lo que será más que posible con los ordenadores cuánticos. Y también utilizando la tecnología “blockchain”, que actualmente se usa para gestionar criptomonedas como “ethereum”, y que proporciona un elevadísimo nivel de seguridad en las transacciones electrónicas.

El futuro ya está aquí, es nuestra responsabilidad que signifique no solo progreso material sino también progreso humano, con responsabilidad y ética. 

MELILLA

En Melilla, los poderes públicos parece están dando una gran prioridad en sus declaraciones a la tecnología en general y a la digitalización en particular. Es un primer paso necesario y bienvenido, pero para superar el enorme retraso de Melilla en estos temas, hacen falta mucho más que palabras o pequeñas ayudas económicas a determinadas empresas para determinados proyectos.

De nuevo hace falta un plan con objetivos específicos, medibles, alcanzables, realistas y con un horizonte temporal definido (SMART). Y por supuesto, los recursos necesarios para desarrollar el plan. Todo lo que no sea así, supone arrojar sobre un campo gotas de agua, de vez en cuando, sin haber puesto semillas o abonos, esperarando que crezcan los frutos que necesitamos, que por otra parte tampoco sabemos cuales son ni cuando van a producirse.  

Pasando a lo general, no solo a la digitalización, con verdadera tristeza afirmo que el plan estratégico de Melilla no reúne las características necesarias para ser considerado SMART. Espero que el propuesto plan de digitalización sí lo sea. Puede serlo si se le encarga a quien tenga capacidades técnicas y de planeación para realizarlo y cuente con el apoyo político necesario, sin interferencias. 

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Redacción

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