MUCHO MÁS QUE SOLO BICI

El guía del desfiladero

Desabastecimiento en el sector ciclista “Sencillamente no hay piezas, ni bicis. No hay nada”

Gracias a la participación de Antoni Turiel en la reciente Comisión de Transición Ecológica realizada en el Senado durante este pasado mes de abril de 2021, en relación a los hechos y propuestas presentadas con motivo de la inevitable “Petrocalipsis” que se avecina, según los datos, hoy intentaremos, con la ayuda de la visión de este experto, entender los reajustes globales que serán necesarios tanto presentes como futuros en un escenario energético mundial extraordinariamente dinámico y complicado.
Su experta opinión formada durante décadas al estudio y la formación que le acreditan como uno de los mejores físicos teóricos nacionales nos presentan una realidad difícil de digerir, relativa al desabastecimiento de materias primas provocada por la caída histórica de la producción del petróleo. El panorama actual provocado por la inacción de nuestros responsables políticos trae en la actualidad enormes retos difíciles de digerir para toda la sociedad, donde las adaptaciones requeridas por este déficit energético serán moneda de cambio indispensables.
Turiel nos recuerda que no aprovechamos toda la energía que producimos, afirmando que “el 90% se desperdicia estúpidamente”. En la actualidad se apuesta por unas nuevas tecnologías energéticas en forma de renovables, aunque esto será difícil de aplicar debido a la imparable escasez de materias primas. Lo que habría que plantearse es en primer lugar “ahorrar hasta la última gota de energía”. Además, tenemos la obligación de conocer la forma necesaria para implementar los distintos medios de creación de energía por no tener los mismos modos productivos.
Los fondos actuales de ayudas europeas Next Generation EU nos exigen que el 37% tienen que estar dirigidos a la descarbonización y 20% a la digitalización. La pregunta clave es si se podían haber orientado mejor la utilización de estos fondos. Existe un riesgo muy grande en el despilfarro de estas ayudas al apilar sistemas nuevos de producción de energía sin saber muy bien cuál será el resultado final de estas propuestas.
Cuando se realizan estos proyectos, se piensa siempre tanto en la utilización infinita de materias primas como de la energía, ya sea para el transporte o la manufactura. Sin embargo, no es así, puesto que ya es una realidad debido a la carencia de petróleo. Prueba de ello es la escasez de material plástico que sufrimos y que no es justificable con el aumento en la demanda de material sanitario, debido en realidad a la falta de un petróleo de calidad, el cual desde el año 2005 presenta niveles de producción que descienden año tras año.
Al igual que la escasez de materiales como el cobre, aluminio, acero laminado, los cuales también decrecen su capacidad de producción de manera inevitable. Es por esto que plantear nuevas estructuras megalomaníacas para la creación de un nuevo modelo energético presenta un escenario harto complicado.
Resumiendo: si no se dispone de la energía del petróleo para explotar unos yacimientos clave, cuyo máximo productivo además ya pasó hace años, no se entiende que sigamos hablando de un cambio de modelo sin más, es decir, de uno no renovable a uno renovable.
El mercado internacional sufrirá disrupciones en la producción en los próximos años, vaticina Turiel, lo que llamamos comúnmente rotura de stock (la oferta no cubre la demanda), no debido a factores clásicos habituales de los mercados, como se nos intenta hacer creer, sino a la falta tanto de materias primas en los lugares de producción como a la fuente de energía que se necesita para su explotación (petróleo).
Entiendo que es lógico pensar que, en esta debacle actual de suministros, se vean afectados mercados o productos menos “destacables” antes que los de primera necesidad. Este problema estructural lo llevamos sufriendo años, aunque debido al COVID, la disminución en la demanda ha logrado darnos algo de tiempo. Donde no hay duda es en la creencia de que este problema se agudizará en los próximos años (2021/2025 y sucesivos), debido a que las empresas petroleras han dejado de invertir en la extracción de crudo por su falta de rentabilidad, al presentar estas pérdidas multimillonarias del orden de 110.000 millones cada año desde el 2014.
Incluso entonces con un precio máximo de 105 dólares el barril, debido a la dificultad en los métodos de extracción, y a la baja “tasa de retorno”, se decidió ir cerrando el grifo, puesto que el mercado no puede manejar precios tan altos en el crudo sin entrar en una grave recesión. Es decir, el precio del barril no puede subir lo suficiente para que esta actividad sea rentable para las empresas, debido a que la economía mundial no lo soportaría.
La burbuja del petróleo es real, va a estallar y se puede llevar a la economía mundial por delante (2018). En los próximos 5 años, la caída en la producción de petróleo se calcula en un 50%, un 10% anual. Teniendo en cuenta que el consumo de mix energético global usa un 83% de energía de materias fósiles en forma de gas, carbón y que el 33% lo genera el petróleo, se presume una catástrofe energética difícil de ser valorada.
Este problema se conocía desde hace más de una década. El que no se pusieran los medios necesarios para evitar este caos energético es lo que debería de escandalizarles. Por poner un ejemplo muy cercano, Repsol ha reducido la extracción de petróleo en un 90% al verse obligado a cambiar su mix energético hacia las renovables, además de aplicar ERES en distintas refinerías, por la imposibilidad de mantener la producción petrolífera de forma rentable y no por ese “cambio a lo verde” pretendido.
Hay que aceptar que habrá un descenso en la producción de artículos de consumo porque habrá una incapacidad energética para producirlo. Esta es una realidad que nos amenaza a todos, muy especialmente a las clases menos favorecidas.
Nunca nos hemos tomado en serio una problemática que se venía anunciando décadas. Nunca se han aplicado las medidas correctoras necesarias. Ahora es demasiado tarde para lograr una transición energética a un modelo sostenible lo suficientemente rápido que evite este panorama tan inquietante. Deberíamos dejar de creer en los mundos fantásticos del crecimiento infinito para abrazar una realidad harto complicada en un escenario mucho más crudo y realista, donde esas grandes obras proyectadas hasta la saciedad deberán dejar paso a una producción mucho más útil, incluso de primera necesidad.
Los políticos tienen la obligación de lidiar con este cruel escenario, que no debe dejar indiferente a nadie. La escasez de recursos en los años venideros nos obligará a aceptar soluciones atípicas propias de los tiempos de guerra, donde el racionamiento, la redistribución de los recursos o el ahorro energético de manual estén siempre presentes si queremos llevar una vida lo más digna posible, eso sí, carente de los excesos que hasta ahora siempre nos hemos procurado.
Nos dice el experto que no hace falta saber de datos, solo se precisa hablar con un conocido de alguna empresa de alimentación para que nos indique los problemas actuales en la elaboración de sus productos debido a la escasez de algo tan banal como los plásticos. En las empresas el término fuerza mayor se convertirá en una expresión cotidiana. Tengan presente que ese término se usará cuando se refieran a un desabastecimiento de materias primas.
Ya llegamos tarde, teníamos que haber empezado hace 20 años, nos dice Turiel, no debemos esperar milagros y sí prepararnos para una realidad muy amenazadora. La Ley de Cambio Climático hubiera estado muy bien que se aprobara dos décadas antes, puesto que existía capacidad energética suficiente. Actualmente esto no es posible, puesto que no se pueden construir las infraestructuras que serían necesarias. El cambio climático requiere de cambios extremos pero posibles. Sin embargo, la crisis energética no funciona así. Estos cambios serán repentinos, es muy probable que ocurra en meses y esto no es desarrollado en esta Ley, por lo que muchas de estas propuestas son un brindis al sol.
Las primeras necesidades deberán estar protegidas en esta Ley y no lo están, tales como la alimentación y la potabilización del agua, no son desarrolladas con la profundidad necesaria.
Un factor responsable de este escenario global es la forma de actuar de los políticos, los cuales se han dedicado, tras oír a expertos y al resto de la masa social más variopinta, a balancear opiniones y hechos como si fueran un crisol, mezclando verdades absolutas propias de estudios técnicos con esas opiniones que aparecen de forma tan generosa, presentando estos una opinión media negociada.
Se impone ahora tras estos muchos errores perpetrados, una vigilancia férrea a estas empresas por su gran valor estratégico, en estos tiempos de zozobra que están por llegar. Temas como la producción de alimentos, el agua, el transporte o las infraestructuras básicas deben ser la prioridad de este nuevo modelo productivo y energético que necesitamos.
Si tuviera que dar un consejo a los lectores y a las instituciones locales, les diría solo una palabra ahorro, ahorro, ahorro… energético. Pero para ello la educación es crítica y actualmente estamos a años luz de un modelo de consumo responsable. Solo hay que darse una vuelta por cualquier centro institucional o privado, donde es fácil observar como “desperdiciamos la energía estúpidamente”.

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