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El Gobierno saliente lo hizo mal y se despide peor

El Gobierno de Melilla se despide vetando a la prensa en la Asamblea. Es el título de nuestro Editorial del viernes, que termina con un último párrafo, de corto recorrido pero muy acertado y oportuno: “El Gobierno y su personal eventual deberían tener claro que estar en funciones no significa que dejen de trabajar, pues siguen cobrando de manera generosa, este mes el doble por la paga extra. Los cargos públicos exigen un plus de responsabilidad, que en estos días brilla por su ausencia”.
El veto, el desprecio, el intento de controlar -con los recursos públicos- a los medios de comunicación por parte del Gobierno melillense saliente ha sido tan frecuente como despreciable, antidemocrático y anticonstitucional. Ha habido excepciones, pero la norma ha sido ese despreciable trato gubernamental. El nuevo Gobierno, con la referencia cercana de Ceuta, tiene una oportunidad única para terminar -como ha prometido hacer y como no hizo antes, cuando gobernó- con el lamentable comportamiento que ha tenido el Gobierno que está a punto de salir con respecto a un pilar de la democracia como lo son los medios de comunicación libres.
¡Ay, Melilla! He estado estos últimos días por la España peninsular, incluyendo Puebla de Sanabria, la tierra de una mujer y una maestra extraordinaria que vivió muchos años en Melilla, Petra Bahamonde, que fuera mi querida suegra. Hablo, allí y en Madrid, con personas no melillenses. De política, es inevitable en estos momentos preelectorales. Todos mis interlocutores, sin excepción, me han hecho la misma pregunta: ¿qué pasa en Melilla? A todos les respondo lo mismo: no es fácil explicar lo que pasa en Melilla y es muy difícil comprenderlo, porque no hay patrones externos de referencia aplicables al caso melillense, a esta ciudad laboratorio que es la nuestra.
MELILLA, ESPAÑA, EN PELIGRO, es el título de mi primer libro, sobre la situación de Melilla en abril de 1985 -nacimiento del MELILLA HOY- hasta catorce años después, abril de 1999. Y ahora Melilla lo está más que hace 23 años. En la contraportada del libro escribí: “Melilla, como España, está en peligro. No podía ser de otra manera, puesto que esta maravillosa ciudad laboratorio española del Norte de África, que es española desde hace más de quinientos años, aspira a seguir siéndolo, a pesar de los sempiternos intentos oficiales marroquíes de convertirla, junto con Ceuta y los Peñones, en parte de ese país oficialmente calificado como amigo y de cuyo territorio han provenido algunas de las más terribles guerras que España ha librado”.
Melilla está especialmente en peligro. Lo que ocurrió con la tragedia de los muertos en la valla o lo ocurrido con los votos por correo, no son más que dos de las puntas del iceberg que yace por debajo, manifestaciones de problemas internos graves y muy profundos, la descomunal irresponsabilidad burocrática melillense entre ellos. Se pueden resolver los problemas, sí, pero ya no va quedando demasiado tiempo.
Por cierto, y a modo de referencia: la popular (en sentido genérico y en el de su pertenencia al Partido Popular) Isabel Díaz Ayuso ya ha podido tomar posesión de la presidencia de su Autonomía, no como ha sucedido en Melilla. Anuncio de rebaja de impuestos y de gastos públicos -solo ¡nueve! consejerías, ningún vicepresidente/a-, equipo de gobierno totalmente nuevo, renovado, en la mayor y mejor gestionada Autonomía de España.

Leyendo de aquí y de allá
Los supuestos grandes hombres no son otra cosa que los rótulos de la historia: dan sus nombres a los acontecimientos, pero, como los rótulos, no tienen relación con el hecho mismo (Leon Tolstoi, Guerra y paz, sobre Napoleón, el emperador ruso Alejandro y la guerra de 1811).
Antes, la jerarquía social venía dictada por la naturaleza o por los dioses. Ahora, las instituciones son vistas como inventos humanos y lo que los hombres han creado pueden cambiarlo, de modo que la tentación de transformar siempre está presente, como la contraposición individuo-Estado, pero creo que el Estado es para los individuos, no los individuos -la auténtica realidad humana- para el Estado. Y, añade Fernando Savater, en su libro ‘Política para Amador’, el individualismo es una forma de comprender y colaborar con la sociedad y una forma de intervenir en la política, no el disparate de desentenderse de ella.
Milton Friedman, un economista liberal, propuso instaurar un impuesto negativo sobre la renta, es decir, pagar impuestos de acuerdo con los ingresos, pero cobrarlos cuando la renta personal sea mínima.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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