Corren tiempos donde hay que recordar que los valores nunca pasan, que no deben dejarse en un trastero sino ponerlos en práctica en nuestra vida laboral y social. Son esa herencia que un día nos fueron legando y que nos diferencia en situaciones cotidianas cuando sabemos compartirlos.
Hace unos días observamos la falta de respeto al Himno Nacional y a S.M. el Rey en la final de Copa, una pitada en la que se descalifican quienes ejercen el radicalismo político excluyéndose de lo común. De valores, de compartir y ayudar a otros, incluso a aquellos que se encuentran a miles de kilómetros, de dar seguridad o proteger nuestra libertad y construir la paz, saben los hombres y mujeres que componen las Fuerzas Armadas. A Melilla la ha hecho más grande su Ejército, el cual ha sabido a costa de sacrificarse o dar hasta su propia vida mantener la de ésta Ciudad. Por este motivo en ésta tierra cobra más significado que en otras el homenaje a los caídos para los cuales, como también para nosotros, la muerte no es el final. Para ellos el agradecimiento eterno y la oración, especialmente para los que se quedaron en el Cementerio de la Purísima, que aún sin nombramiento oficial está lleno de héroes. Cuando nadie hablaba de embajadores de Melilla, los miles de hombres que aquí hicieron la mili empezaron a conocer una Ciudad al otro lado del mar, las Juras suponían encuentro, inyección económica para el comercio local y una vida que se notaba en nuestras calles. En este 6 de Junio que se dedica a las Fuerzas Armadas no podemos entender Melilla sin su Ejército, ni a este sin los trece kilómetros cuadrados que dan cobijo a su personal y acuartelamientos. Por eso los melillenses apoyan año tras año el homenaje a la Bandera y el desfile de la Avenida, por esa unión de un pueblo con quienes son sus servidores. De entre todos los militares destacados actualmente en misiones internacionales quiero recordar a un melillense que se encuentra actualmente en Afganistan, al cual deseo que pase muy rápido su último mes y que a su vuelta pueda tener el mejor de los besos, el de su pequeño Leo. “España es una gran Nación con una gran historia que ha contribuido en gran medida a la historia de la humanidad, hasta el punto que el mundo hoy no sería como es sin la aportación española”. Estas palabras que el Comandante General de Melilla, Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu dirigió a los escolares en la entrega de los Premios Ejército, además de expresar una realidad aporta y anima a todos a sentir legítimo orgullo por nuestro país, mas si cabe cuando asistimos a todo lo contrario sobre todo basado en unas ideas que anteponen el sectarismo al interés general, el culto a lo de fuera a costa de lo propio. España la hacen grande sus habitantes con su trabajo diario, con las peculiaridades de sus diecinueve autonomías, con la cultura, con el idioma que más crece y que hablaron Cervantes, Lope, Quevedo, San Juan de la Cruz, Becquer, Zorrilla, Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Pereda o Blasco Ibáñez, entre tantos, con sus científicos, Severo Ochoa, Ramón y Cajal o naturalistas como Rodríguez de la Fuente, y los millones de desconocidos que desde distintas actividades y con su esfuerzo hacen posible edificar la casa común.
