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El discurso por el Día de Melilla no es un mitin político

Al presidente de la Ciudad Autónoma, Eduardo de Castro, le han llovido las críticas desde que el pasado sábado pronunció el discurso del Día de Melilla. Más que un discurso institucional, hizo un mitin político y aprovechó ese potente altavoz, que en nuestro día más importante sólo tenía él, para arremeter sin miramiento contra su mayor adversario político, su antecesor en el cargo, Juan José Imbroda. No pudo estar más desafortunado De Castro porque, además de utilizar de manera partidista el día de todos los melillenses, lo hizo contra el hermano de uno de los galardonados con las Medallas de Oro que se entregaron minutos antes, el tristemente fallecido Javier Imbroda, quien no merecía que este día tan importante se viera empañado con ataques a uno de sus seres más queridos.
Al parecer, De Castro aún no se ha enterado de que es el presidente de todos los melillenses. Y que el 17 de septiembre debía haber actuado como tal, exponiendo en su discurso -por cierto, muy mal leído y cansino hasta el hartazgo- los grandes problemas que sufrimos en esta ciudad. No hizo ninguna mención a la asfixia sin freno por parte de nuestro vecino. Tampoco a lo que todos esperamos en esta anunciada “nueva etapa” de relaciones entre España y Marruecos, con la reapertura fronteriza y la reactivación de la aduana comercial, ansiada pero aún no materializada. No dedicó ni una palabra a la presión migratoria ni a la tragedia que sufrimos hace apenas tres meses justo al otro lado de la valla, con la muerte de decenas de personas intentando entrar a la ciudad. Omitió las dificultades que atraviesan miles de melillenses por la escalada de precios y los problemas de conectividad que sufrimos de manera cada vez más frecuente. Ni siquiera intentó dar esperanzas hacia un futuro que todos vemos cada vez más negro.
En lugar de eso, decidió despotricar del anterior Gobierno, contradiciéndose a sí mismo cuando criticó a otros por mirar al pasado, cuando él es el primero que lo hace cada vez que tiene oportunidad. Es como si De Castro no se enterara de que el PP hace más de tres años que dejó los sillones en los que ahora se sientan él y sus dos socios, responsables de que él siga siendo un presidente irrelevante.
En el atril del Día de Melilla, De Castro demostró que sólo se representa a sí mismo, porque ya ni siquiera lo hace a quienes votaron por Ciudadanos en las pasadas elecciones. El presidente, además, fue un ventajista porque podría haber dicho en los plenos de la Asamblea todo lo que plasmó el 17 de septiembre. Pero en la casa de la palabra sobre los asuntos de Melilla casi siempre calla y se limita a dirigir el debate con indisimulado hastío. Prefirió hacerlo en el Día de Melilla para evitar réplicas. O quizá porque en la Asamblea son sus socios los que llevan la voz cantante, evidenciando que él está solo con su único y rentable escaño. Veremos si ahora no ocurre lo mismo, después de que el PSOE se haya desmarcado del discurso de De Castro, que no estaba consensuado entre los socios de gobierno. Falta por ver qué opina Coalición por Melilla, que de momento no ha dicho si está de acuerdo con las formas y el fondo de un discurso inadecuado y faltón que ni los premiados ni los melillenses en general se merecían.

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