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El día que descubrieron los Pinos

Ahora visto desde la distancia, el terremoto sigue generando comentarios y sobre todo recuerdos sobre cómo vivió cada uno ese día, los sentimientos que experimentó y qué reacción tuvo ante un temblor de 6,3º
El 25 de enero de 2016 se recordará como el día en el que Melilla sufrió uno de los mayores temblores de su historia. Un seísmo de magnitud 6,3 en la escala Richter que hacía que los hogares de nuestra ciudad vibraran con fuerza, levantado a la inmensa mayoría de melillenses de la cama, no en vano el suceso ocurrió de madrugada. Por fortuna, el epicentro se produjo en el Mar de Alborán, a varios kilómetros de nuestra ciudad, porque de haberse registrado dicho epicentro en tierra, las consecuencias hubieran sido devastadoras si tenemos en cuenta lo que viene ocurriendo en otras latitudes del mundo cuando se produce un terremoto de 6,3. En este sentido, hay que felicitarse porque finalmente no hubo que lamentar ningún daño personal irreversible. Eso sí, se produjeron heridos y sobre todo daños materiales, en muchos hogares que vieron resquebrajados sus paredes o sus techos, así como decenas de familias que tuvieron que abandonar sus hogares mientras se arreglaban e incluso hoy en día hay familias que siguen fuera de sus casas como consecuencia del temblor.

Tanto los Gobiernos de la Nación y de la Ciudad, a través de un plan de ayuda a los damnificados, como el consorcio, para aquellos que tenían seguro de hogar, hicieron frente a buena parte de los gastos para arreglar los desperfectos ocasionados en casas y edificios.

A todo ello hay que añadir también otras consecuencias para algunos melillenses, que necesitaron tratamiento médico para poder dormir, a raíz de la inseguridad que les ocasionó dicho temblor.

Y es que el miedo es libre, como lo demostró el hecho llamativo que ocurrió durante la noche del terremoto y posteriores, con miles de melillenses yendo a los Pinos incluso a dormir en sus coches, ante la creencia de que era el sitio más seguro de Melilla. Quizá tenga su lógica, por tratarse de un descampado, pero el hecho fue motivo de muchos chistes entre los propios melillenses, que no podían evitar ironizar por la escapada diaria de miles de melillenses a la explanada de Rostrogordo, incluso cuando ya las réplicas eran apenas perceptibles. Y es que el 25 de enero de 2016 fue el día en el que muchos melillenses descubrieron los Pinos.

Ahora visto desde la distancia, el terremoto sigue generando comentarios y sobre todo recuerdos sobre cómo vivió cada uno ese día, los sentimientos que experimentó y qué reacción tuvo ante un temblor que hizo moverse no sólo lámparas, también muebles, botellas, televisores… y las camas en las que la inmensa mayoría dormían plácidamente. Una sacudida de esa magnitud se merece todos los respetos porque desde el terremoto del 24 de febrero de 2004 en Alhucemas, los melillenses no habían vivido una sensación similar, aunque con el agravante hace un año de causar los daños más importantes como consecuencia de un seísmo.

Esperemos que no volvamos a repetir una experiencia similar aunque el suelo, por estas latitudes, tiene estos riesgos. Los hogares que se construyen cada vez están más preparados para afrontarlos pero deseamos que nunca sean puestos a prueba y que la naturaleza sea benévola con Melilla.

Que así sea.

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