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In Memoriam

El contable del paraíso: Salvador Maturana

melillahoy.cibeles.net fotos 1490 MAS MATURANA

Lo memoria es una resistencia frente a lo borroso. Cuando alguien a quien has querido tanto, muere, pueden aparecer todas las fábulas de la destrucción y el vacío, pero todo lo que te dio se impone y prevalece para sostener su ausencia.
Aquel que te dio la carpa y el suelo luminoso de la niñez. Las playas rizadas del verano y el origen del mundo en los pinares sombríos del domingo, te concede también la narración de lo que no pudimos ver ni oír y que ya es imagen y tiempo sin olvido. Heredamos la vida. Y con ella la herida de un acantilado y de una frontera irreversible. Y la estructura de las palabras más sinuosas y más deslumbradoras. La guerra afilada y el fragor de un estadio en el pequeño triunfo de los balones certeros. Todo y nada se ha cumplido. Pero hay una ciudad y un barrio y una calle que lo contienen y guardan. Hay una habitación última y cerrada, en la que el viento deposita su figura y engrandece su rastro en la suavidad y en la aspereza de los días perdidos. Fue náufrago de la alegría y de los pasos que ha tatuado el parque de su camino y su meditación. Apenas un esbozo de las plazas abiertas y de los recodos sumergidos en la ciudad oculta y en los secretos que jamás pudo revelarnos. Fue generoso y discreto, y fue atrevido en la renunciación y en el oficio de la luz cotidiana que lo honra y devuelve a la vida.

Acaso, también un día dijera, oye patria mi aflicción, y escucha cómo sueño y cómo existo reiterado en tu nombre. Aquel que nos dio la cuerda interminable que anuda la distancia, hace que ahora sintamos lo mismo que en las noches lluviosas de la infancia. Mientras dormíamos, sabíamos que un barco, una materia desgajada de nosotros, se adentraba flotando en la oscuridad, mansamente, con la seguridad de lo que lleva un presagio, una promesa, una tentativa que habría de atracar de nuevo y acaso traernos la transgresión o el deseo. El buen cajero que multiplicó la fascinación del limitado horizonte. Salvador Maturana. Elegido por las horas y los minutos que construyen las ciudades dolientes, ineludibles, eternas.

El contable del paraíso, al que siempre quiero volver. Al que todos los que le quisimos tanto, siempre queremos regresar.

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