Su director, Carlos Montero, admite la difícil situación del CETI por su sobreocupación

El CETI desbordado: “Necesitamos sobre todo recursos de ropa y enseres de limpieza”

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El director del CETI de Melilla, Carlos Montero, está desbordado. La instalación que regenta tiene capacidad para 480 inmigrantes, pero ahora da cobijo a algo más de 1.300. Aunque algunos van saliendo a la Península bien a centros de acogida, bien camino de su deportación, la estancia media de los ocupantes está por encima de los seis meses. Pide más medios para atenderles y un esfuerzo adicional para agilizar su salida. Montero ha explicado que esta sobreocupación es ya crónica. Desde el año pasado la media "no baja de 900 personas", a las que se acomoda en literas en las aulas y tiendas de campaña del Ejército en los patios, como las seis que actualmente se levantan junto al edificio principal con entre 20 y 30 camas cada una. Lo ha medido, pueden caber hasta doce. "Aprovecharíamos cualquier hueco disponible para poner más si hiciera falta", reconoce.

El director relaciona la sobreocupación con la mayor presión migratoria, pero no es partidario de una reforma de la Ley de Extranjería para devolver sobre la marcha a los recién llegados, sino de adaptar las instalaciones del CETI, diseñado en 1999 para medio millar de personas. No obstante, reconoce que las restricciones presupuestarias hacen hoy inviables las mejoras necesarias, como habilitar módulos para las familias (una treintena, en la actualidad) y espacios para los menores de edad (más de 200 cada año).

Complicaciones
Para Montero, agilizar los traslados a la Península aliviaría la situación pero no es tarea fácil: el CETI propone una serie de nombres, a veces entre voluntarios, y la Comisaría General de Extranjería estudia cada caso y autoriza la salida de Melilla. Esta semana, 57 personas han sido enviadas a distintos puntos de la Península y, como la mayoría de los que salen del centro, derivadas a centros de acogida de distintas ONG. Mientras, han entrado 214 nuevos residentes. El director destaca que los traslados "deben hacerse de poco en poco y en pequeños grupos" para no generar malestar entre los demás. Además, antes hay que cumplir toda una serie de garantías que acaban prolongando la estancia media de los residentes, que viven allí entre 4 meses y un año mientras otros van llegando. En este sentido, explica que por un lado, está el expediente policial, que se prolonga varias semanas. Se trata de identificar al inmigrante y su lugar de procedencia para, si hay acuerdos con el país de origen, proceder a su deportación. Se traslada entonces a la persona a un centro de internamiento en la Península desde el que expulsarle. Montero reconoce que la mayoría de los inmigrantes acaban siendo puestos en libertad y se quedan en situación irregular: no se les puede expulsar y no se les regulariza.

Se necesita ropa y comida
Además, los inmigrantes son sometidos a un control sanitario a su llegada al CETI que va desde un análisis de sangre hasta cultivos concretos para rastrear enfermedades y que pueden prolongarse más de 60 días. "Quisiéramos que todos estos trámites que no dependen sólo de nosotros sino de varios agentes fuesen lo más ágiles posible, pero hay un mínimo que se debe cumplir", ha señalado, para incidir en que "vayan a donde vayan", quienes salen del centro llevan un informe médico exhaustivo bajo el brazo. "Pido la colaboración de todos porque si el esfuerzo que estamos haciendo nosotros lo hacen todos los agentes implicados, creo que podemos descongestionar el centro y mantener unos niveles aceptables de ocupación. Ya no pido que se mantengan en 480 personas, pero tampoco en 1.100, sino unos niveles aceptables para poder trabajar con el inmigrante y poder hacer en el tiempo que estén aquí lo mejor para ellos".

El resultado de todo ello es la actual sobreocupación, que ha provocado en febrero que se hayan desbaratado las previsiones de suministro para 2014. El CETI depende del Ministerio de Empleo, que atiende sobre la marcha las necesidades, y tiene convenios con varias ONG, pero hay carencias como la falta de personal, que no pueden cubrirse porque la contratación pública "es casi imposible en la actualidad".
"Necesitamos sobre todo recursos de ropa, enseres de limpieza, que vamos pidiendo y nos los van dando desde el Ministerio de Empleo, y alimentación. Estamos a primeros de año y ya por encima de las previsiones, pero vamos tirando, aunque sabemos que para el resto del año no vamos a llegar. Vamos comprando como para 300 o 400 personas. Cuando se producen nuevos saltos (de la valla) volvemos a comprar para compensarlo, y así", ha explicado. Cuando un inmigrante llega al CETI recibe un "kit de bienvenida" que incluye ropa, zapatos, ropa de cama y enseres de aseo personal. Montero ha señalado que para cubrir estas necesidades, Empleo convocará en breve un concurso público a fin de contratar por lotes, suministros suficientes para atender a los recién llegados, tomando como referencia una cifra de ocupación media estimada en 700 personas para 2014.

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