El apoyo de Estados Unidos a Ucrania: entre la eficacia y el desencanto

04 GONZALO IMAGEN

El apoyo de Estados Unidos a Ucrania fue decisivo para frenar la invasión rusa en los primeros años de la guerra. Sin embargo, divergencias estratégicas, errores políticos en Kiev y los temores occidentales a una escalada nuclear fueron minando la eficacia de una alianza que hoy enfrenta sus límites. Se pasó del éxito inicial al estancamiento y ahora incluso al peligro real de la derrota.

 

Un respaldo crucial en los momentos iniciales

Desde los primeros meses de la invasión rusa a gran escala, en febrero de 2022, el apoyo de Estados Unidos a Ucrania fue clave para evitar una derrota temprana. Armamento, inteligencia, entrenamiento y planificación operativa fueron los pilares de una cooperación que, en sus mejores momentos, permitió a un país mucho más débil resistir y hasta recuperar terreno frente a un enemigo superior.

Estados Unidos no solo entregó material: también construyó un centro de mando conjunto en Wiesbaden, Alemania, que se convirtió en el cerebro operativo de la defensa ucraniana. Allí, bajo la dirección del general estadounidense Christopher T. Donahue, los aliados coordinaron, día tras día, cada movimiento clave en el frente.

 

Wiesbaden: el corazón del esfuerzo militar

Wiesbaden, sede del cuartel general de la 18ª División Aerotransportada -conocida como «Dragon Corps»- fue transformada en un auténtico centro de mando para la guerra de Ucrania. Lo que había sido un auditorio en una base militar, el Tony Bass Auditorium, se convirtió en un centro de mando moderno, repleto de pantallas, mapas digitales y un equipo multinacional: oficiales estadounidenses, británicos, canadienses, polacos y ucranianos compartiendo inteligencia en tiempo real.

El general Donahue, antiguo líder de la fuerza de operaciones especiales Delta Force, la élite del ejército de tierra, fue el arquitecto de este sistema. Bajo su mando se creó «Task Force Dragon», una célula de alta eficacia que combinaba información de la CIA, la NSA y el Pentágono, para generar «puntos de interés» -objetivos- sobre las posiciones rusas. Cada mañana, oficiales ucranianos como el general Mykhaylo Zabrodskyi, veterano de las fuerzas rusas en los años 90 y alumno de Fort Leavenworth -donde se forman los altos mandos del ejército americano- revisaban junto a sus homólogos norteamericanos la lista de objetivos.

Donahue se implicó personalmente en el proceso. “No me importa cuán valientes sean, miren los números”, les decía a los oficiales ucranianos, señalando mapas donde las fuerzas rusas los superaban por cinco a uno. “Debemos hacerlo de otra manera: inteligencia, precisión, rapidez.” En una ocasión, ante un joven comandante ucraniano, Donahue sentenció: “No confíes en la suerte. Confía en la información”.

 

Una cooperación íntima, una confianza ganada

La alianza en Wiesbaden era intensa. Hasta 20 oficiales ucranianos vivían allí de forma semi-permanente, coordinando operaciones de artillería, fuego de precisión y ataques de drones. A través de una nube de datos clasificada, los estadounidenses pasaban coordenadas, pero no revelaban sus métodos de obtención, protegiendo sus fuentes de inteligencia.

El primer gran éxito vino en mayo de 2022, cuando con apoyo de la Task Force Dragon, los ucranianos destruyeron una unidad rusa cerca de Donetsk. Poco después, durante la batalla del puente de pontones en Sievierodonetsk, la colaboración permitió eliminar a más de 400 soldados rusos, frustrando un intento de cerco.

Los resultados alimentaban la moral. En septiembre de 2022, Ucrania lanzó una rápida ofensiva en el este y sur, reconquistando más de 12.000 km² de territorio. La confianza entre Donahue y Zabrodskyi era tan fuerte que, simbólicamente, los mapas tácticos dejaron de pintar a las fuerzas ucranianas en verde y pasaron a mostrarlas en azul, el color reservado a los aliados de la OTAN. “Cuando derroten a Rusia, serán azules para siempre”, prometió Donahue.

 

Divergencias estratégicas: resistir versus ganar

Pero no todo era camaradería. Desde 2023, las diferencias estratégicas se profundizaron. Para Washington, el objetivo era evitar que Ucrania perdiera; para Kiev, era derrotar a Rusia de manera decisiva.

El episodio más revelador fue la gran contraofensiva de 2023, dirigida hacia Melitopol y Crimea. Donahue y el general Christopher Cavoli, comandante de las fuerzas estadounidenses en Europa, advirtieron que las fuerzas ucranianas no estaban listas: faltaban tropas jóvenes, había escasez de municiones y la fortificación rusa era densa. Propusieron un año de pausa para reorganizar brigadas. Pero Zelensky, necesitado de victorias políticas, insistió en atacar.

 

El fracaso anunciado

La ofensiva empezó tarde, con brigadas entrenadas apresuradamente y tropas de 40 y 50 años. La artillería fue insuficiente. Cada avance ucraniano se encontró con campos minados y fuego de helicópteros rusos. En puntos clave como Robotyne, la indecisión de los comandantes ucranianos -que verificaban con drones cada objetivo antes de atacar, ralentizando las operaciones- permitió a los rusos reforzar defensas críticas.

Pese a los enormes esfuerzos, la contraofensiva no logró su objetivo estratégico: jamás llegaron a Melitopol. El costo humano fue devastador y el prestigio del mando ucraniano sufrió.

 

Crisis interna y desgaste del apoyo

En enero de 2024, Volodymyr Zelensky destituyó al general Zaluzhny, reemplazándolo por Oleksandr Syrsky, un militar más leal políticamente, pero cuya gestión operativa en Bakhmut había sido polémica. En paralelo, la ayuda estadounidense se volvió más incierta, enfrentando bloqueos políticos internos y presiones del expresidente Trump.

El centro de Wiesbaden, ahora bajo el mando del general Antonio A. Aguto Jr., asumió un rol más formativo y de asistencia táctica, reduciendo su implicación directa. La autonomía de las fuerzas ucranianas creció, pero también lo hicieron los errores estratégicos y las fricciones con los aliados.

 

Cifras que retratan la dimensión del esfuerzo

Hasta principios de 2024, Estados Unidos había enviado a Ucrania: 38 sistemas HIMARS (lanzacohetes de gran potencia y alcance); 10.000 misiles Javelin antitanque; 3.000 sistemas Stinger antiaéreo; 272 obuses (cañones) M777; 76 tanques; 85.000 proyectiles de artillería de 155 mm. Además, se estima que el apoyo de inteligencia estadounidense permitió neutralizar hasta 700.000 efectivos rusos, entre muertos y heridos.

No obstante, la diferencia de planteamiento era insalvable: mientras Ucrania buscaba una ofensiva total, Estados Unidos limitaba su ayuda para evitar una escalada que comprometiera a la OTAN en una guerra directa.

 

Una alianza exitosa pero limitada

La historia juzgará no solo la brutalidad y el desprecio a los tratados firmados y a las leyes internacionales, por parte de Rusia, sino también las limitaciones de Occidente para transformar su apoyo táctico en una victoria estratégica. La relación entre Estados Unidos y Ucrania fue un ejemplo magistral de cooperación militar moderna, pero también una advertencia: las diferencias políticas, los miedos geopolíticos y la falta de una visión común terminaron debilitando incluso la maquinaria bélica más avanzada.

Como alguna vez dijo Clausewitz, “La guerra no es sino la continuación de la política por otros medios”. Y en el caso de Ucrania, la política -tanto la de Kiev como la de Washington- dictó un desenlace que los generales, por sí solos, nunca pudieron evitar.

 

Loading

avatar de autor
Gonzalo Fernández

Más información

Scroll al inicio

¿Todavía no eres Premium?

Disfruta de todas
las ventajas de ser
Premium por 1€