Permíteme hermano que comparta contigo el dolor que sientes por el trato vil y bastardo recibido “por la gente de la hierba mala” que decía Miguel Hernández, los que nos malgobiernan y que no os han permitido cumplir con el precepto más sagrado e importante de vuestra religión: el sacrificio como lealtad a Allah, y además os han impedido que podáis celebrar, tal como se ha hecho desde tiempos inmemoriales, una tradición milenaria, una costumbre -por lo tanto fuente del derecho y norma jurídica, reconocida por la Ley de Libertad Religiosa- agrediéndoos en lo más entrañable. En lo personal y más íntimo y en lo familiar y amistoso.
Son los mismos que en el año 1985 no os querían reconocer ni el derecho a existir y estaban en primera fila para pedir que os expulsaran de vuestra tierra rifeña. Con el añadido de un mediocre histérico que se aprovechó de las becas de un país pobre para incumplir sus promesas, estafar a su pueblo y empezar su carrera de mentiroso e insultador compulsivo. ¿Qué se podía esperar de ellos?
Llevo algo más de tres años viviendo entre vosotros. Sabéis que soy valenciano y, seguramente por eso, desde que llegué a Mric me identifiqué profundamente con vuestras reivindicaciones. Porque eran las mismas que habíamos sufrido los valencianos. La España madastra -que cantaba Gabriel Celaya- nos despojó de nuestras leyes y costumbres, de nuestra idiosincrasia, de nuestra lengua para imponernos las de una tierra extraña “por justo derecho de conquista” dijeron. Por eso no me extrañó en absoluto vuestra situación que además en vuestro caso se agravaba por el racismo, y la discriminación conculcando vuestros derechos al trabajo, a una educación de calidad y sumiéndoos en la exclusión social y a la ghettización.
Tengo que agradeceros que con vosotros he vuelto a recuperar conceptos que ya creía olvidados de las relaciones personales en una sociedad capitalista occidental: la amistad, la hospitalidad, la solidaridad, la firmeza, el respeto y la dignidad. Sobre todo la dignidad como pueblo, la dignidad de los imazighen, “de los hombres libres”.
No voy a citar aquí a los amigos más íntimos porque a ellos ya intento demostrarles cada día mi estima personal, pero en estos días turbios me he emocionado y he llorado viendo la dignidad de un pueblo en personas como Yamal Berjel, como Saleh Tahiri y su padre, como Yusef o como las “hiun-nas blancas de la Cañada” que recordaban los hechos del 85 y las palizas recibidas.
Posiblemente querrán deciros -palabras vacías- que todos somos iguales ante la ley como si no supiéramos cómo aplican ellos esa igualdad. Y también resonarán en vuestros oídos cantos de sirena sobre la españolidad y la aplicación de no sé qué leyes. Os querrán comprar como en las elecciones. Porque saben que con eso os tienen y os quieren desunidos. Quizás os maltraten, os golpeen u os insulten gravemente como a dos de mis mejores amigos. No os rindáis. Sois rifeños y tenéis intacta toda la dignidad de vuestro pueblo. Como dice un poeta valenciano “llegará un día en que ya no podamos más y entonces ya lo podremos todo”.
Eid Al-Adha Mubarak, awma. Mi corazón está con vosotros.