"En este campo del abuso de las redes sociales tenía toda la razón Miguel Marín quien, en su papel de presidente en funciones por vacaciones -cortas- de Imbroda, criticaba la impunidad con la que, hasta ahora, han actuado los calumniadores camuflados y pedía, como hago yo, como hacemos la inmensa mayoría de los ciudadanos melillenses, que esta sucia actividad no siga permaneciendo impune. Por denuncias no va a quedar, desde luego."
Escribo desde el archipiélago de Malta (Malta, Gozo y Comino son las tres islas pobladas), un pequeño país, de apenas 400.000 habitantes, miembro de la Comunidad Europea desde hace diez años y con un nivel de vida inferior a la media de la Comunidad. Aquí casi todo es antiguo y lleno de historia (los Caballeros de la Orden de San Juan, más conocidos como los Caballeros de Malta, a la cabeza), pero los malteses han encontrado un filón en el turismo, especialmente en el juvenil, parcialmente ligado a la educación, con el aprendizaje del inglés a la cabeza de la oferta educativa. Hacía muchos años que no veía a tantos chicos y chicas jóvenes, todos en pantalón corto, la mayoría con chanclas, porque en Malta el calor y la humedad aprietan de lo lindo por estas fechas. En algunas cosas Malta se parece bastante a Melilla, me dice mi nieto mayor, con el que he venido para acompañarle a un torneo internacional de tenis sub16, que ha ganado, un gran éxito.
Desde Malta, cuando la wi-fi me lo permite, leo, empezando con el MELILLA HOY, varios periódicos españoles. Y así compruebo, con satisfacción, que un fiscal español, Bautista, ha sido sancionado por una infracción grave cometida con sus "tuits", con "faltas graves de falta de consideración con autoridades, jueces y ciudadanos" a quienes criticó valiéndose de una identidad ficticia, que es la cobarde actitud habitual en estos cobardes tuiteros que después no se atreven a mantener en vía judicial la autoría de sus "tuits", amparándose en la extraña pasividad de algunos jueces, dicho sea de paso.
La condena al fiscal es un buen precedente y me permite repetir, por segunda vez, la pregunta que hice en mi Carta de hace dos semanas: "¿que les parecería a los señores jueces y juezas que nosotros creáramos, sin que ellos nos vean escribiendo, una página en facebook o donde sea, desde la que les insultáramos soezmente a ellos/as y a su familias, como algunos hacen con nosotros y con algunos otros políticos y ciudadanos destacados de nuestra ciudad? ¿Nos absolverían por falta de pruebas o no? Se admiten, y agradecen, respuestas de nuestros lectores sobre tan elemental, e importante, pregunta". Pregunta que, como ya dije, recibió una respuesta unánime: claro que nos condenarían, por lo que es inevitable una nueva pregunta : "entonces, por qué no han condenado a esos tuiteros, cuya única excusa es que no les hemos visto escribir sus tuits".
En este campo del abuso de las redes sociales tenía toda la razón Miguel Marín quien, en su papel de presidente en funciones por vacaciones -cortas- de Imbroda, criticaba la impunidad con la que, hasta ahora, han actuado los calumniadores camuflados y pedía, como hago yo, como hacemos la inmensa mayoría de los ciudadanos melillenses, que esta sucia actividad no siga permaneciendo impune. Por denuncias no va a quedar, desde luego.
Pero, en fin, es mejor reír que llorar y, como estamos en agosto y en plena época veraniega me parece oportuno aludir a un artículo que leí en el diario Expansión sobre normas mundiales creadas por legisladores en un momento determinado pero que hoy, tras no ser abolidas, son absurdas (aunque todavía con validez jurídica). En España, por ejemplo, está prohibido legalmente poner nombres que puedan perjudicar a las personas y así un niño no puede llamarse Caín, Judas o Lenin. O en Mojácar (Almería) no se puede jugar al dominó en la terraza de un bar y en Tenerife no está permitido hacer castillos de arena en la playa. En Francia es ilegal llamar Napoleón a un cerdo. En Inglaterra está prohibido específicamente morir en el Parlamento, puesto que cualquiera que fallezca allí tiene derecho a un funeral de Estado, algo reservado a la realeza, y también es delito acercarse a menos de 90 metros de la reja del Palacio de Buckingham sin usar calcetines.
Aún más original es lo que ocurre en el pueblo costero de Tropea (Calabria), donde se prohíbe a las mujeres con sobrepeso pasearse en bikini por la playa. Pero el país que se lleva la palma en cuanto a legislaciones trasnochadas es Estados Unidos. En Utah, por ejemplo, es ilegal detonar un arma nuclear, aunque sí se puede tener dicha arma en casa. La ley de Pensilvania prohíbe cantar en la ducha y en Memphis es ilegal que una mujer conduzca un coche, a menos que un hombre vaya por delante agitando una bandera roja, para avisar de su llegada. Y para control público nada como lo que ocurre en Tulsa (Oklahoma), donde los perros han de tener un permiso firmado por el alcalde para reunirse en grupos de tres o más en una propiedad privada.
Original y hasta gracioso es lo que acabo de relatar, pero lo que tiene poca gracia, y no es original en absoluto, es comprobar, una vez más, la enorme resistencia que hay al cambio, a cualquier tipo de cambio y por pequeño que sea, en cualquier sociedad. Una resistencia que, además, es particularmente perjudicial cuando el cambio, como ocurre en nuestros días, es tan rápido y tan profundo en todos los ámbitos de la actividad social y humana. Leo a Pedro J. Ramírez, que ahora va de niño bueno, y estoy de acuerdo con lo que dice, que aquel que crea en política que todo va a continuar como está es que no sabe nada. El cambio en la política, como en todo, es inevitable, por mucho que la burocracia que hemos creado, y que ahora está claramente sobredimensionada, no quiera admitirlo.
Posdata. La frontera de Melilla sigue siendo objeto de polémicas, como era de esperar y temer. Por un lado, las colas insufribles para pasarla legalmente y la sensación, mala, de que no se encuentra solución al problema. Por otro, las denuncias contra policías y guardias civiles de tres ONG´s que defienden a los inmigrantes y también sus propios intereses, otro asunto también con difícil solución práctica y eficaz.
FRASE:
En este campo del abuso de las redes sociales tenía toda la razón Miguel Marín quien, en su papel de presidente en funciones por vacaciones -cortas- de Imbroda, criticaba la impunidad con la que, hasta ahora, han actuado los calumniadores camuflados y pedía, como hago yo, como hacemos la inmensa mayoría de los ciudadanos melillenses, que esta sucia actividad no siga permaneciendo impune. Por denuncias no va a quedar, desde luego.