Descalificar a Imbroda, sea como sea

Imbroda en Barcelona druante la conferencia de presidentes

Por Estela R.M.

Cada cierto tiempo, Abdelkader Mohamed Alí regresa al espacio público para agitar las aguas con su particular interpretación de la política internacional. Lo ha hecho de nuevo a propósito del conflicto en Gaza, con una columna en la que arremete duramente contra el presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla, Juan José Imbroda, al que acusa, nada menos, de ser cómplice del genocidio del pueblo palestino.

Lo alarmante no es solo la acusación infundada, sino el modo en que la formula: cargada de ideología, manipulación emocional y un desprecio absoluto por los hechos. Mohamed Alí —que pasó de ser un dirigente de Izquierda Unida a abrazar posiciones cada vez más radicales desde su escaño en el Parlamento Europeo— no parece tener otro objetivo que sembrar división social, demonizar al Partido Popular y posicionarse como referente de un pensamiento único: el suyo.

Su deriva ideológica no es nueva. De los valores de la izquierda transformadora pasó, con los años, a coquetear con tesis del islamismo político. Esa evolución ideológica está en la base de su argumentación actual, en la que legitima implícitamente las acciones de Hamas —una organización terrorista según la Unión Europea— al tiempo que cuestiona la existencia misma del Estado de Israel. Porque aunque no lo dice con todas las letras, lo que deja entrever Mohamed Alí es claro: su simpatía no está con la paz ni con una solución de dos estados, sino con una única opción en la que Israel desaparezca del mapa.

No es casualidad que no haya una sola línea de condena hacia Hamas, ni una mínima referencia al sufrimiento de los civiles israelíes víctimas de los atentados, secuestros o ataques masivos. Para él, el único agresor es Israel, y el único aliado de ese “agresor” es Imbroda. Un razonamiento tan elemental como falaz, propio de quien necesita enemigos internos para justificar su propio relato.

Pero su cruzada no se queda ahí. También carga contra Europa, a la que describe como genocida desde tiempos históricos, ignorando el papel que ha tenido en el desarrollo del mundo democrático y los derechos humanos. La Europa que él desprecia es la que ha aportado millones de vidas por frenar al nazismo, que consolidó la separación entre religión y Estado, que ha construido instituciones de defensa de la paz y que —paradojas del cinismo— le permitió a él sentarse en el Parlamento Europeo y expresarse con total libertad.

Lo más llamativo, sin embargo, es su indignación selectiva. A Abdelkader Mohamed Alí solo le indignan las tragedias que encajan en su esquema ideológico. Nunca se le ha escuchado alzar la voz contra la matanza de cristianos a manos de radicales islamistas en Nigeria, Siria o Egipto. Tampoco le merecen una palabra de compasión los yemeníes, víctimas de una de las crisis humanitarias más graves del planeta. Fue un joven llamado Lloyd Ahmed, refugiado yemení, quien sonrojó a la ONU hace unas semanas al recordarles que más de medio millón de sus compatriotas han sido masacrados en los últimos diez años sin que nadie diga nada. ¿Por qué ese silencio? ¿Por qué no hay protestas cuando los que matan son también árabes, como ha pasado en Siria o Sudán?

Mohamed Alí no ofrece respuestas, ni parece querer darlas. Prefiere centrarse en Gaza, no para aportar soluciones ni denunciar el sufrimiento desde una perspectiva humana, sino para utilizar esa tragedia como arma arrojadiza contra sus adversarios políticos. Elige cuidadosamente sus causas, no en función de la gravedad, sino del rédito ideológico que le puedan dar.

Y lo hace, además, olvidando que es el actual Gobierno de España —conformado por PSOE y Sumar— quien mantiene relaciones diplomáticas y comerciales con Israel, quien no ha aplicado embargos de armas ni sanciones reales, y quien, en definitiva, sigue una política internacional que no ha variado sustancialmente respecto a otros ejecutivos europeos. ¿Por qué entonces el ataque va contra Imbroda y no contra Sánchez?

Este tipo de discurso no busca el entendimiento, ni la paz, ni una solución para el pueblo palestino. Busca dividir, etiquetar a los ciudadanos entre buenos y malos según su orientación política. Entre los “puros” que condenan a unos, y los “cómplices” que se atreven a matizar, pedir el cese del terrorismo y defender la convivencia.

Pero Melilla no es eso. Melilla es una ciudad plural, en la que la política internacional no puede ser la excusa para romper la convivencia vecinal. Ningún artículo, ni mil columnas, van a conseguir que esta ciudad deje de ser un espacio compartido. Tampoco lograrán ensuciar el nombre de quienes, desde el ámbito local, hacen su trabajo lejos de trincheras ideológicas importadas.

La postura del presidente Imbroda ha sido clara: condena al terrorismo, defensa del derecho de los pueblos a vivir en paz, y llamado al cese de los bombardeos y la violencia. ¿Qué tiene eso de genocida? ¿Qué tiene de insensible? Nada. Salvo para quien necesita descalificar al adversario a cualquier precio.

En definitiva, el artículo de Abdelkader Mohamed Alí no aporta soluciones ni busca entendimiento. Solo pretende deslegitimar a quienes no comparten su visión, con el riesgo añadido de convertir la tragedia de otros en arma arrojadiza contra sus propios vecinos. Y eso, ni es justo, ni es aceptable, ni representa a una Melilla que ha sabido convivir más allá de las diferencias.

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