Con todo ello se trata de superar, entre otras cosas, la falsa disyuntiva entre economía de mercado y protección del medio ambiente y del clima, debido al simple afán de grandes resultados económicos inmediatos por encima de toda otra consideración.
Libre comercio y medio ambiente pueden llegar a fundirse en un eco-mercado, aunque política y economía aparecen hoy en día a menudo empeñadas en agudizar la crisis que se extiende por doquier, en vez de armonizarse para una acción conjugada.
En resumen, estamos ante la necesidad de una gran revolución humana desde la ciencia, la educación y la cultura, las cuales ya han desplazado la antes importancia primordial del capital físico en la creación de riqueza. Tenemos que pasar de la visión del hombre conquistador y explotador de la naturaleza al hombre administrador y amigo de la naturaleza, sobre bases viables y sostenibles (que es, por cierto, el verdadero sentido de las palabras bíblicas al respecto). Pero ello conlleva no sólo aspectos intelectuales y morales sino también la revisión de los concretos intereses de las estructuras de poder político y económico a todos los niveles. Debemos tratar de crear una nueva conciencia humana; una estructura ética para la supervivencia y el progreso sostenible, tomando lo mejor de la sabiduría de todos los pueblos y culturas del mundo. De todo ello trata o debe tratar la educación ambiental que debe ser impartida y difundida en todos los niveles y modalidades de la educación así como entre todos los sectores de la sociedad.
Creo que Huntington acertó cuando insistía en que los principales conflictos futuros surgirán por falta de conocimiento y de diálogo entre las culturas y entre las creencias. La situación actual es, en todo caso, de creciente complejidad e incertidumbre con escasez de conocimiento y de diálogo generalizado pese una interdependencia y una globalización inexorables. En el plano global, todos los ciudadanos de este mundo tienen iguales derechos y deberes frente a las amenazas ecológicas. De ahí que el Club de Roma haya propuesto hace tiempo tanto la constitución de un Consejo de Seguridad Medio Ambiental como de un Consejo Mundial de Seguridad Económica y Social en el seno de las Naciones Unidas, aunque aún no han cuajado en la práctica. Quizás se adopten muy pronto múltiples medidas para la solución enérgica de todos los grandes problemas que amenazan la paz entre los hombres. Quizás incluso se firme un día, simbólicamente, un Tratado de Paz con la Naturaleza. En consecuencia y sin renunciar a las mayores esperanzas, la paz sigue siendo una bella utopía nunca alcanzada pero que merece ser perseguida. En todo caso, lo que importa es que se logre implantar un desarrollo sostenible en todo el mundo para que así se pongan, desde el espíritu de la cooperación y de la responsabilidad común, las bases esenciales a favor del bienestar y de la paz en el seno de todos los pueblos.