Dale limosna mujer…
Dale limosna mujer
que no hay en la vida nada
como la pena de ser
ciego en Granada.
Con estos cuatro versos definitorios, con esta sentencia poética se define la pena que debe dar haber visto, para no ver más. Cada vez que leo la historia del ciego pidiendo limosna, y que la recogió el poeta mejicano Icaza, corren multitud de sensaciones que no sabría definir o encuadrar, excepto una y es “que me pone los pelos de punta”. A mí que contemplé, en la terraza del Hotel Alhambra Palace, una puesta de sol reflejada en las nieves de la Sierra, “el color rosado del sol sobre la nieve me hizo ver el rubor de Dios al ser piropeado por esa maravilla”, me hizo recordar la pena que puede suponer una ceguera, aunque cada día estoy más convencido que los ciegos, espíritus puros, ven con los ojos limpios y claros de sus almas.
Los famosos versos grabados en el muro al pie de la Torre de la Vela granadina hicieron famoso a Francisco de Asís Icaza, poeta mejicano autor de los mismos, miembro de la Real Academia de la Historia de nuestro País, y Premio Nacional de Literatura en 1925. Desconozco el nombre del ciego que inmortalizó a Icaza, el que pedía limosna arrodillado y en silencio junto a la Puerta de la Justicia. Pero esta bonita historia tiene además a una guapísima protagonista callada. Se llamaba Beatriz de León de la que se enamoró Icaza y con la que se casó en 1898. El viaje de novios incluía Granada y paseando por los bosques de la Alhambra apareció el ciego, que hizo exclamar a Icaza aquello de “Dale limosna mujer…” dirigiéndose a Beatriz, su esposa.
Hace tiempo que le debía este homenaje a Granada, Madre de tantos Sanitarios. Todo lo que soy se lo debo a mis padres, a mi mujer, a mi Melilla y a mi Granada, Ciudad donde me hice médico por vocación temprana, a los siete años, al ser un enfermo crónico que cuando veía a mis médicos entrar en casa, veía entrar a la vida.
Hay muchas causas de CEGUERA que obligan a adaptar los domicilios de los que las padecen y salir acompañados o con medios apropiados a la calle para evitar caídas, golpes, atropellos y cualquier tipo de traumatismos que limitarían aún más la vida de estas personas recluyéndolas cada día más y creándoles situaciones de desamparo y desesperanza. Entre las más frecuentes se encuentran las causadas por Diabetes mal controladas, Glaucoma, Degeneración de la mácula retiniana, Retinitis pigmentaria, Neuritis del nervio óptico, Fibroplastia retrolenticular (Se da en algunos partos prematuros), Retinoblastoma y Glioblastoma, Infecciones de la madre durante el embarazo (Toxoplasmosis, Rubeola, Virus del Herpes, VIH, Citomegalovirus, Gonorrea, Clamidia), etc.
Pero las dos peores son, la Ceguera del que no quiere ver y la Ceguera del alma.