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¿Cuál es el problema?

Una vez más los problemas de los ciudadanos han sido aparcados y relegados en beneficio de la resolución de los problemas de los políticos Parafraseando al Primer Ministro británico Winston Churchill cuando dijo que los Balcanes eran un espacio que engendraba más historia de la que podía consumir, alguien ha emitido esta semana una sentencia similar, aplicada a nuestro país, diciendo que España está fabricando más política de la que puede digerir. Creo que el que lo haya hecho no ha podido estar más acertado.
La razón de ser de la política, en mi modesta opinión, es la de resolver los problemas reales de los ciudadanos. Para ello, en buena ley, la primera pregunta que debería formularse un responsable político responsable, ustedes ya me entienden, sería la de ¿cuál es el problema? A partir de ahí, buscar la solución más adecuada, dentro de los márgenes que las leyes permitan. La identificación del problema al que hacer frente es el punto esencial de partida. Sin esa identificación, todo lo demás, carece realmente de sentido.
En el escenario de la política actual española, da la impresión de que ante el número y la entidad de los problemas a los que hacer frente, los responsables políticos irresponsables, ustedes ya me entienden, se han decantado por sustituir los problemas reales de los españoles por otros, que realmente, no lo son, pero que podrían parecerlo.
Alguien ha definido la escena política actual como un “reality show” de personas feas. Bueno, no todas lo son, pero la huella que dejan en nuestro recuerdo es como si lo fueran.
Yo tengo la impresión de que los problemas más acuciantes de los españoles se centran en la salida de la pandemia que venimos padeciendo, ya por demasiado tiempo, el acceso masivo a las vacunas que consigan incrementar nuestras posibilidades de recuperar el pulso regular de nuestras vidas, el mantenimiento o acceso a un puesto de trabajo que nos permita organizarnos la vida de una manera adecuadamente autónoma, sin depender, si es posible, de ayudas externas, la conservación de nuestros negocios o empresas en caso de que dispongamos de ellos y él acceso a la liquidez o a los recursos financieros precisos, si ustedes lo prefieren, que nos permitan mirar a nuestro futuro y al de nuestros hijos con una mínima esperanza.
En mi opinión, eso son los problemas reales a los que deberíamos plantar cara y dar soluciones eficaces, dentro de los márgenes de las leyes de las que disponemos o adaptar dichas leyes para que permitan la adopción de las citadas soluciones.
Sin embargo, la actividad política no parece estar centrada en esa búsqueda de soluciones a los problemas reales de los ciudadanos. Esta semana hemos podido ver cómo mientras mantenemos nuestra preocupación por la pandemia, la vacunación o el futuro de nuestro trabajo o nuestra situación económica, el asunto de la semana ha sido las negociaciones ocultas entre fuerzas políticas, fundamentalmente, PSOE y Ciudadanos, para hacerse con el Gobierno en determinadas Comunidades Autónomas gobernadas por el Partido Popular en coalición con Ciudadanos, mediante la presentación de mociones de censura.
Estas mociones de censura han desencadenado una sucesión de actuaciones que han promovido una inconveniente inestabilidad política en momentos críticos de nuestra nación.
Una vez más los problemas de los ciudadanos han sido aparcados y relegados en beneficio de la resolución de los problemas de los políticos. Los responsables de este tipo de maquinaciones deberían abandonar sus puestos políticos, dada su falta de efectividad en el presunto desempeño de sus cometidos como proveedores de soluciones para los problemas de los ciudadanos, habida cuenta de que el centro de su atención se orienta más a la búsqueda de soluciones a sus presuntos problemas que a los de los ciudadanos.
En lo que concierne a nuestra ciudad, la situación no es diferente. Tenemos problemas concretos que toda la ciudadanía conoce, ya que experimenta sus consecuencias de manera directa. Tenemos la frontera terrestre con nuestro país vecino cerrada desde hace un año, la aduana comercial desde hace más de dos, tenemos la pandemia en la situación de control más bajo de toda la nación, el comercio y la actividad empresarial en general sometidas a una falta de actividad altamente alarmantes. ¿Qué oímos de nuestros gobernantes? ¿Soluciones a los problemas de la ciudadanía? Pues francamente, no. Al margen de la búsqueda de soluciones a la situación procesal personal del Presidente de una de las formaciones que forman parte del gobierno tripartito de la ciudad, la remodelación del Gobierno, haciendo hipótesis sobre la redistribución de los sillones y golpes mediáticos propagandísticos de islas en el mar, planes estratégicos para el 2029 y promesas de formulación de un nuevo Plan General de Ordenación Urbana para el primer trimestre del año que viene, nada de nada aparte de veladas acusaciones al Gobierno anterior del Partido Popular por haber adoptado decisiones (decisiones, ¿les suena?), a su juicio inconvenientes. Es decir, mantenimiento de la estrategia de hacer oposición a la oposición. Un ejercicio de propaganda electoral permanente unido a una alarmante falta de gestión de los problemas reales de los ciudadanos.
Es por todo ello que la situación por la que atravesamos, a la que sin duda podemos calificar de tiempos recios, requiere plantearse de manera inequívoca ¿cuál es el problema?

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