Cristina Sancho-Miñano, primero en el Hospital de Cruz Roja y posteriormente en el Hospital Comarcal de Melilla, ha puesto fin a su carrera profesional tras más de 45 años de servicio como administrativa. Su jubilación ha sido celebrada con una emotiva fiesta de despedida en la que participaron cerca de 60 personas, entre compañeros, familiares y amigos, como reconocimiento a toda una vida dedicada a la atención sanitaria desde el área administrativa.
Cristina Sancho-Miñano, primero en el Hospital de Cruz Roja y posteriormente en el Hospital Comarcal de Melilla, ha puesto fin a su carrera profesional tras más de 45 años de servicio como administrativa. Su jubilación ha sido celebrada con una emotiva fiesta de despedida en la que participaron cerca de 60 personas, entre compañeros, familiares y amigos, como reconocimiento a toda una vida dedicada a la atención sanitaria desde el área administrativa.
Cristina comenzó su andadura profesional en 1979 en el antiguo Hospital de la Cruz Roja, donde recuerda haber trabajado con libros de cartón y dando números para rayos y laboratorio. “Empecé sola, luego me pusieron una compañera, y con los años llegaron los ordenadores. Ha cambiado todo muchísimo”, recuerda con una sonrisa.
Su vocación no nació de una preparación previa, sino de una circunstancia familiar: “Mi padre (Justo Sancho-Miñano) era médico, también fue director del hospital de la Cruz Roja y presidente del Colegio Médico. Mis hermanos también están en sanidad. En mi casa esto se lleva en la sangre”, afirma con orgullo.
Sancho-Miñano ha formado parte durante décadas del servicio de Radiología del Hospital Comarcal, con Enrique Remartínez Escobar, un entorno que describe como su segunda casa. “Siempre he tenido claro que lo primero es el paciente. Porque nadie va a un hospital por gusto. Siempre he tratado de tener empatía, que es lo mínimo que se le puede ofrecer a alguien que está sufriendo”.
Durante todos estos años, ha vivido la transformación del sistema sanitario desde dentro. Pero, más allá de lo técnico, lo que más valora son las relaciones humanas: los compañeros que se convierten en amigos, el trato cercano con los médicos y supervisores, y los momentos compartidos entre risas, “en La Pecera”, como llamaban al pequeño espacio de atención en Radiología.
El acto de despedida se celebró en el Soul Beach, y contó con una gran asistencia y muestras de cariño. “Fue un día muy feliz. Lo que más me emocionó fue la sorpresa que me dio mi sobrina Ana, hija de mi hermana fallecida (Pili). Vino desde Jerez solo para comer conmigo ese día. Eso no se me olvidará en la vida”, cuenta emocionada.
Aunque le apena dejar el Hospital Comarcal, tiene claro que no echará de menos el no estrenar el nuevo Hospital Universitario: “Eso va a ser una merienda de negros. Yo empecé en Cruz Roja, seguí en el Comarcal, y con eso me basta. El nuevo, que lo estrenen otros”, bromea.
Ahora, Cristina planea disfrutar de su tiempo libre entre la natación, viajes por Cádiz, su perro y las visitas a su hijo en Valencia. “Me sobra todo, menos tiempo”, dice con una sonrisa. “He tenido una vida laboral plena y feliz. Me ha dado más de lo que me ha quitado”.
Y concluye: “Siempre llevaré al Hospital Comarcal en mi corazón, con todo el cariño del mundo”.