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Cortinas de humo

Miguel Platón 2

Pedro Sánchez y su banda andan estos días ocupados en tender cortinas de humo para ocultar los desastres que les acosan.

El más importante, desde luego, es la ley de Amnistía: una flagrante vulneración de la Constitución, como el propio Sánchez y sus principales colaboradores repitieron, una y otra vez, hace menos de un año, durante la campaña electoral de julio de 2023. No podía haber amnistía, decían, porque era manifiestamente inconstitucional. Sus palabras están grabadas y son inequívocas.

Por dicho motivo, el principal fraude en este asunto ha sido a cuantos votaron PSOE el 23 de julio. Sánchez y el partido les mintieron, lo que en cualquier democracia digna de tal nombre conduciría a la práctica desaparición del Partido Socialista. Sólo una epidemia de tontería, lo que no es nuevo entre los sanchistas, podría evitar ese desenlace. No es ideología, es estupidez y falta de sentido democrático.

El disparate ha podido comprobarse al observar el alborozo con que recibían la votación, en el pleno del Congreso de los Diputados, las fuerzas políticas que combaten la Constitución -es decir, la democracia- y cuyo principal objetivo es la destrucción de España. Además, ya han dicho que la ley de Amnistía no es el final, sino un medio para avanzar en su programa insolidario. De forma expresa, los separatistas catalanes reclaman un referéndum de autodeterminación y la investidura del prófugo Carles Puigdemont como presidente de la Generalidad -con el voto de los socialistas catalanes-, sin lo cual están dispuestos a hacer caer la frágil mayoría parlamentaria en que se apoya Pedro Sánchez. Todo sea por la convivencia y la pacificación.

Con su habitual cobardía, Sánchez no asistió al pleno que debatió la Ley -sólo estuvo en la votación-, lo que no impidió que diputados de Vox le tacharan de traidor. Muchos dicen que traiciona a España, pero sobre todo a quien traiciona es a la democracia y a la igualdad de los ciudadanos ante la Ley.

Lo del todavía presidente del Gobierno es una exhibición de psicopatía narcisista. Está ausente de cualquier episodio que pueda tener connotaciones negativas, según la escuela del nazi Goebbels, y busca ser en cualquier circunstancia el centro de la atención. Por esa razón convocó elecciones generales hace un año, tras el desastre de PSOE en las municipales y autonómicas de mayo; por el mismo motivo acepta los chantajes de separatistas que le permiten seguir en el poder, y también es la causa de su eclipse durante cinco días hace ahora un mes: todo por ser el centro de la atención.

En honor de los auténticos socialistas hay que reconocer algunas grietas, como el rechazo a la amnistía del ex presidente aragonés Lambán y la decisión del presidente de Castilla la Mancha, García Page, de presentar un recurso de inconstitucionalidad, lo mismo que promueven las comunidades gobernadas por el Partido Popular. El resto es ganado lanar, sin la menor convicción. Dicen que Sánchez es el perro que los pastorea, pero ni siquiera eso es cierto. El “gos d´atura” es Puigdemont.

El otro tema que saca de quicio al autócrata es la investigación judicial sobre los tejemanejes en beneficio propio de su mujer, Begoña Gómez, con el respaldo político de su marido. Algunas de sus iniciativas pueden suponer delitos tipificados en el Código Penal, como haber registrado en su favor un programa desarrollado por Indra para la Universidad Complutense.

En este asunto Sánchez, el presidente enamorado, ha ocultado y mentido como nunca. Sólo se le ocurre tachar de fango a las informaciones veraces sobre las actividades de su esposa, cuando en realidad es el matrimonio de la Moncloa el que está cubierto de fango hasta las narices.

El otro asunto que se quiere ocultar es la división del Gobierno de coalición con Sumar, sin precedente en casi medio siglo de democracia, hasta el punto de votar en contra de iniciativas aprobadas en consejo de Ministros. Cierto es que Sánchez no les informa siquiera de decisiones de Gobierno, como el destino de mil millones extras en Defensa, que van destinados a Ucrania.

Las cortinas de humo son varias, como la demencial crisis con Argentina, basada en la consideración de Begoña Gómez como una institución del Estado. O la descalificación de Vox como partido de ultraderecha, cuando Sánchez basa su mayoría en el apoyo de la extrema izquierda comunista, los separatistas y los herederos de la banda terrorista ETA.

El ¨gordo” de la traca ha consistido en magnificar el reconocimiento del Estado palestino, iniciativa que no cambia absolutamente nada en el conflicto. Su utilidad es cero. No exige el reconocimiento del Estado de Israel, premisa de cualquier entendimiento, y hasta propone ceder Jerusalén a los palestinos y establecer un corredor entre Cisjordania y Gaza sobre territorio israelí. Hay que estar rematadamente loco para proponer algo así. Dice Sánchez que la mayoría de los españoles apoyan ese reconocimiento. También apoyan la autodeterminación del Sáhara y él se echó en brazos de Marruecos sin dar explicación alguna. ¿A quién pretende engañar?

 

 

 

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