Condena unánime

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El vandalismo es una gran lacra social que parece preocupar poco en Melilla. Los actos incívicos suelen ser consentidos y pocas voces de condena, por no decir ninguna, se escuchan cuando se producen El vandalismo es una gran lacra social que parece preocupar poco en Melilla. Los actos incívicos suelen ser consentidos y pocas voces de condena, por no decir ninguna, se escuchan cuando se producen. La solución que normalmente se adopta, pues, pasa por limitarse a reponer el mobiliario que ha sido destrozado voluntariamente, un patrimonio de todos los melillenses que cuesta mucho dinero público comprar y mantener como para permitir que otros alegremente no sólo no lo cuiden, sino que encima le causen daños.

El último caso lo tuvimos ayer de madrugada, cuando fueron quemados 7 contenedores en una hora y media. Contenedores de reciclaje que la Ciudad Autónoma instala cada vez en más lugares para promover la actitud y conciencia ecológica y que como todo el mobiliario urbano, son caros. Cada uno cuesta alrededor de 1.000 euros, de modo que la gracieta de los individuos que ayer se dedicaron a quemarlos para reducirlos a un esqueleto metálico rodeado de plástico derretido nos ha costado a todos los melillenses más de un millón de las antiguas pesetas en apenas un rato. Esto es algo que no se puede consentir y que debe ser perseguido, porque representa el daño por gusto en el que las víctimas somos todos. A veces, incluso, va más allá afectando a las personas, elementos o vehículos que rodean a los contenedores, ya que algunos de ellos, como los de cartón o aceites usados, pueden llegar a ser muy inflamables. Antes de que ocurra una tragedia es necesario actuar para zanjar este vandalismo, un objetivo deseado por todos y que no llegará nunca mientras las sanciones no sean ejemplares. Nada cambiará si las cosas siguen como siempre, es decir, resignándonos a que este es un mal endémico contra el que no se puede hacer nada, salvo abrir la cartera común para pagar los destrozos de unos cuantos delincuentes.

El Cuerpo de Bomberos también daba ayer la voz de alarma sobre otra moda, el robo de las arquetas, que es otra muestra de vandalismo y delincuencia que cualquier día puede acabar en una desgracia si un coche o una persona que no camine con cierta atención cae en los agujeros que se dejan al aire tras la sustracción. Son muchos años ya sufriendo este problema contra el que no se ha visto campaña de concienciación alguna, salvo la aprobación de un reglamento de convivencia que hizo mucho ruido en el momento de su aprobación, pero cuya aplicación parece estar pasando bastante desapercibida. Esto debe cambiar y es tarea de todos, tanto de la Administración como de los propios melillenses a los que nos afecta por igual los daños que otros provocan y por los que probablemente algún día, de seguir así la situación, tendremos que lamentarnos por esta pasividad sin sentido.

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