El rincón de Aranda

Carta desde La Purísima LIV

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Yo sé que nuestros Héroes, me perdonan cada vez que meto mis manos en sus silencios. Ellos saben bien que lo hago para que sus nombres salgan a la luz, después de tantos años, más bien siglos, que han permanecido callados.

A veces me da pudor, y un poco de miedo, cuando toco sus corazones; pero solo es para levantarlos como copas radiantes de entre sus sepulcros, con su pátina de jardín secreto, que son altares de Gloria. Hoy quien escribe es un soldado de Infantería, y dice así:
“Queridos melillenses: Me llamo Cándido Naya Arrioso, y soy soldado del Rgto. de Infantería Ceriñola 42, al que los moros nos llaman: “Ceriñolos”. Nací en Carballo, un pueblecito de la provincia de La Coruña, hace 22 años, y aún estoy soltero. El día 10.12. 1909, a las seis menos cuarto de la mañana fallecí, de unas fiebres tifoideas, en el Hospital Militar. Estas fiebres fueron causadas por las heridas sufridas en el Barranco del Lobo. Tengo a mi lado a un compañero, de la 2ª Cía. de la Brigada Disciplinaria, que falleció de la misma enfermedad. Se llama Victoriano Notario Martín, nacido en Ciudad Real. Era empleado del ferrocarril, y escribe maravillosamente, con una letra gótica, muy angulosa, pero dice que no sabe qué poner en la carta. Yo creo que es debido a su timidez. Él fue uno de los que esperaba junto al Osario General, el día en que me trajeron, junto a varios compañeros. Notario murió a la una de la madrugada, seis días antes que yo, y también de tifus. Debo decir que a veces vemos pasear solo, y cabizbajo, a un Capitán de un extinguido Cuerpo de Resguardo de una provincia de Extremadura, que falleció en el Presidio el 7.04.1828. Victoriano, que se entera de todo, me dice que este Capitán se llama: D. Manuel Martín Sánchez, nacido en Zamora, hace 43 años, confinado en el Presidio por algo grave que cometió. Pero no crean que era un cualquiera, ya que está condecorado con varias Cruces Militares, por distintas acciones de guerra; y lo más importante es que en su pecho se puede observar también: la Cruz de Primera Clase de la Orden Militar de San Fernando. La verdad es que casi no habla con nadie; tan solo con el Sargento, Sub-Teniente Graduado, D. Juan Alcalá, perteneciente a las Compañías Fijas, que es quien lo acompaña a menudo, cuando viene a pasear por estas pequeñas alamedas. Al Sargento Alcalá, lo mataron los moros, de un balazo, en la cercana playa, cuando iba embarcado en el Velachero de la Plaza, cuando lo mandaba el Patrón, José Gómez.

Deben disculparnos si nos despedimos, agradeciéndoles su gran amabilidad al leernos; y sepan que para nosotros es muy gratificante que estas “Cartas”, salgan publicadas en este periódico, y que nuestros nombres, después de tantos años, que hemos estado, tan solo en los partes de guerra, y en los registros de defunciones, sean nombrados por ustedes, mis queridos lectores melillenses. Desde el Osario General de este Cementerio de La Purísima, nos despedimos de ustedes, con un fuerte abrazo”.

Hace pocos días, un amigo me decía que nuestros Héroes aún viven, sueñan, padecen, cantan, y triunfan en nosotros, que solo los recordamos con amor. Ellos nos dejaron las coronas de su martirio en nuestras manos, para que entendiéramos la Historia; nuestra amplia Historia roturada por los que cayeron, aunque muchos fueron por “Reducción de servicio por abono por cuota”. Todos nos dejaron impreso, como una valiosa joya, su silencio labrado, que es el que nos ilumina a todos. Los que de alguna forma, los observamos con cálices rebosantes de espiritualidad, y otros con la pluma.

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