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Amnesia selectiva

Fernando Grande-Marlaska, ministro de Interior

Por Antonio Pérez Henares

Tres días enteros con los autoproclamados «tribunos de la plebe» desgañitados clamando contra el «odio» por una terrible agresión a un homosexual. Tres días con las pantallas televisivas horrorizadas y las cadenas radiofónicas sobrecogidas. Tres días durante los cuales la derecha era señalada histéricamente como «autora intelectual» por la parva tertuliana gubernativa que había encontrado en ello como armar una causa y Madrid, el Madrid abierto y acogedor que no pregunta ni de donde eres ni de que pie cojeas, condenado como reo de la peores atrocidades contra la humanidad entera. El presidente Sánchez se apresuraba a convocar una reunión trascendental y urgente ante lo que consideraba una emergencia nacional que requería su augusta presencia.

Era mentira. Todo era mentira. El ataque de ocho encapuchados, ocho, con capucha blanca y vestidos de negro, o al revés, ¿qué importa?, jamás existió. Era mentira. Todo era mentira. El hecho pero también y aún más y de origen lo que sobre él se construye como inmenso problema. Mentira sucia, cochina, buscando réditos miserables y tratar al rival como apestada sabandija.

Resultaba que era una invención del denunciante para tapar unos cuernos. Resultaba que la única ‘agresión’ homófoba había sido en cualquier caso, pues fue consentida, que dos homosexuales le habían grabado con una navaja «maricón» en el trasero a un tercero. La palabra prohibida para el resto del personal y que por sí misma constituye ser declarado como reo de fascismo y de sembrador de odio pero que ellos, solo ellos, pueden utilizar con golosa fruición y hasta revolcarse gritándola por un plató televisivo.

¿Y qué pasó al descubrirse todo?¿Qué pasó con los hiperventilados inquisidores? ¿Qué pasó con el ministro Marlaska, el jefe de la policia, actuando una vez más como un hooligan de la troupe, con la ministra Montero que plañía y gritaba cual Magdalena?¿qué pasó con los directores de los programas, con los opinadores apostólicos de los mandamientos progrecráticos y con el director que publicó que se habían puesto sobre el caso especialistas policiales en la lucha contra el terrorismo?.¿Qué sucedió tras el boreal ridículo?. Pues nada. Que ellos son estupendos. Que ellos tienen razón siempre. Que no había pasado «eso». Pero podía haber pasado porque vivimos en una atroz homofobia desatada por nuestras calles por todo lugar y a cada instante. Sobre todo en Madrid, claro.

De inmediato han aplicado la amnesia selectiva. Silencio sobre el asunto en todos los frentes. Silencio administrativo, ministerial y tertuliano.

Para esto no hay memoria que valga. La memoria solo vale, solo existe solo para lo que ellos tuertamente decidan Como el odio. El odio suyo, el que llevan más de una década desparramando por España contra la reconciliación que los españoles habían pactado y hermosamente asumido. Eso, lo suyo, no es odio. No es odio, ni hay memoria tampoco, para lo que en verdad y más terriblemente lo ha sido. Mortal y asesino.

Las más de 850 víctimas de ETA no lo eran por odio, sino por heroico cariño, el ataque continuo y cada vez mas feroz de los separatistas contra todos los que no son de su cuerda, tampoco es odio. Solo es odio lo que ellos establezcan como tal y solo lo expresan quien ellos señalan como odiadores y a quienes un piropo puede llevar a las mazmorras o a ser arrojado a las tinieblas exteriores. Pero ellos, como el otro día pueden decirle con gran desparpajo que la ministra Irene Montero «tiene un coño como una mesa de grande» y que ella sonría complaciente y sus tuiteros lo jaleen como una maravillosa gracia llena de ingenio.

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Redacción

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