Es vergonzoso que la insolidaridad europea llegue hasta el extremo de tener que plantearse medidas tan drásticas como ha hecho Italia, mientras la comisaria europea no termina de mojarse, como así demuestra al anunciar una visita a España sin acudir al foco de un problema que no tiene visos de resolverse A punto de terminar la legislatura europea, y después de cuatro años ocupando la Comisaría de Interior, Cecilia Malmström se despide del cargo con un viaje oficial a España, uno de los países más perjudicados por la inmigración clandestina y el vacío del resto de países europeos. Una visita la de Malmström que no tendrá sentido si se acerca al epicentro del problema, es decir, Ceuta y Melilla, ciudades donde la presión migratoria se ha triplicado en los primeros cuatro meses del año, y con previsión de que empeore durante el verano.
El propio ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, se ha mostrado escéptico ante esta visita al pedir públicamente a Cecilia Malmström que traiga "respuestas" a las peticiones del Gobierno sobre inmigración y no sólo "buenas palabras". Por sus declaraciones, parece como si el ministro ya se estuviera temiendo lo peor, algo lógico si se tiene en cuenta que la comisaria europea aún no ha respondido a la petición que le hizo él mismo a principios de marzo en Bruselas para que Europa dote a España de 45 millones de euros para la lucha contra la inmigración clandestina en las dos Ciudades Autónomas.
Han pasado más de dos meses, pero Malmström sigue haciéndose la sueca en este problema, en el que los 28 países miembros de la Unión Europea deberían estar arrimando el hombro desde el primer momento. No ha sido así, por desgracia, ni parece que vaya a cambiar nada, puesto que la actitud sigue siendo la misma en los sillones europeos a pesar de que han muerto cientos de inmigrantes tratando de llegar al Viejo Continente, y no solo en los naufragios de Lampedusa o en los ahogamientos de Ceuta. La inmigración irregular sigue cobrándose muchas víctimas por el camino, que no se ven ni aparecen en los grandes titulares, mientras las mafias siguen haciendo caja y la Europa del centro y el norte miran a otro lado.
La Europa del sur, que es la gran afectada, no puede seguir acarreando en solitario con este problema común. Por eso es comprensible que el Gobierno italiano haya incluso amenazado con abrir sus fronteras para que entren todos los inmigrantes y lleguen a aquellos países donde pasan del tema. Es vergonzoso que la insolidaridad europea llegue hasta el extremo de tener que plantearse medidas tan drásticas mientras la comisaria europea no termina de mojarse, como así demuestra al anunciar una visita a España sin acudir al foco de un problema que no tiene visos de resolverse. Es necesario cambiar este escenario en la nueva legislatura europea. Los ciudadanos tienen en sus manos la posibilidad de hacerlo con su voto el 25 de mayo. Alzar la voz o no dentro de 9 días depende de cada uno.
