Como cada 31 de octubre, el Cementerio de La Purísima Concepción se ha vuelto a teñir este martes de un color más vivo y alegre que ha escondido el aura oscura y tétrica que siempre envuelve a un lugar que conecta el final de la vida con la paz que reina en el descanso eterno.
Las lápidas de las tumbas y los nichos han vuelto a lucir orgullosas e inmaculadas tras ser regadas con el agua pura con la que numerosos melillenses han limpiado las tumbas de sus seres queridos para tenerlo todo a punto para el Día de Todos los Santos. Un extenso campo de recuerdos y pesadumbre abonado con la hermosura de numerosas flores frescas y la añoranza de los familiares hacia sus seres queridos.
“Esto es una tradición, y más si tienes a tu familia más allegada”, señala María Angustias, que este martes ha ido a acicalar las tumbas de sus seres queridos. “El cementerio de Melilla ha tenido siempre esa atracción para honrar a nuestros difuntos”, agrega, apuntando que “siempre hemos presumido de tener un cementerio curioso y atendido”. Algo que, según su compañero, que prefiere mantenerse en el anonimato, ya no se da.
“Lo veo muy abandonado”, critica con pesar un ciudadano que prefiere mantenerse en el anonimato, quien denuncia falta de limpieza en muchos rincones de la ciudad a pesar de que en estos últimos días la Consejería de Medio Ambiente ha llevado a cabo varias labores de limpieza y adecentamiento del camposanto. “No es normal que el último día para este día supuestamente especial empiecen a pintar o a hacer cosas que, normalmente, tendrían que ser regular”, opina María José, que también ve “un poco dejado” el camposanto.
“Muy sucio y muy mal”, critica Mari Carmen, quien también opina que “los apaños” en el cementerio tienen que hacerse regularmente y no en los días previos a la celebración de Todos los Santos. “No hace falta apaños ni flores bonitas en estos días, que dentro de 10 días están las flores que dan asco de verlas”, apostilla.
Aparte de la limpieza, la seguridad es otro de los elementos que más echan en falta varios ciudadanos en el cementerio cristiano, puesto que algunos aseguran haber sido víctimas de robos de flores, coronas e incluso de imágenes religiosas. “A mi marido le robaron seis coronas”, asevera María Angustias, quien asegura que este asunto no es nuevo.
“Mariano (el antiguo administrador) era consciente de ello y hablé con él”, dice una ciudadana, quien pide más seguridad en el cementerio. “A nosotros nos las robaron una vez”, señala también Manuela, quien cuenta que, tras este suceso, optó por colocar las flores en jarrones de plástico o en tarros de aceitunas para evitar que se produjeran más hurtos. “Como vean un jarrón bonito de cristal, vuela”, asegura.
Aun así, y a pesar de su visibilidad, estas dos grietas con las que cuenta el cementerio no logran resquebrajar la belleza y espiritualidad que ha caracterizado y caracteriza al cementerio cristiano durante muchos años.
FOTOS JOSÉ MANUEL GINER
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