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ADIÓS HERMANO CRESCENCIO

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Por Ángel Castro Maestro

Hace unos cuantos años, cuando se jubiló de la enseñanza reglada de dar matemáticas, química, física en las diferentes aulas de los colegios donde estuvo, en este nuestro, más que en ninguno le escribí un artículo en este periódico y él se e enfadó un poco porque en su castellana modestia no caben esos elogios desmedidos, según sus propias palabras… y eso que yo sólo hablaba de su vocación religiosa de enseñar a niños y jóvenes casi desde que él era un niño.

Ahora se marcha, obediente, allá donde empezó a prepararse para lo que ha dedicado su vida. Al noviciado de Griñón (Madrid) ahora también residencia para hermanos ya mayores. A que le cuiden.

Hace ocho o nueve días fui a despedirme al colegio y llegaba él con el hermano Eulalio de misa de la castrense, como todos los días. He sido alumno suyo, profesor bajo su dirección, jefe de estudios y muchas otras cosas más en nuestro colegio del Carmen de Melilla… y me lo encontré como me esperaba: tranquilo, sonriente y aceptando absolutamente que sus superiores, sus jefes, como él dice, hubieran decidido que ya estaba bien de bregar y de velar por los que no saben o por los que necesitan de él (no olvidemos que en los últimos veinticinco años lleva a cabo un proyecto de alfabetización a mujeres melillenses, con unos cuantos voluntarios. Ahora toca descansar, me dijo, porque ¡es que voy a hacer pronto noventa años! Pero…¡Qué bien lo hemos pasado! Y hablamos de anécdotas graciosas, de las obras de teatro que hacíamos y que él y sus mañas nos sacaban de tantos apuros. Nos dimos un abrazo y me recordó, como no, lo que siempre repite de S. Juan de la Cruz: acuérdate que al final nos van a examinar sobre el amor… y mandándome recuerdos cariñosos para mi mujer y mis hijos, también alumnos suyos, lo acompañé a la escalera donde subió a la comunidad.

Se marcha de Melilla todo un lugar de la memoria de los últimos sesenta años de esta ciudad. Un religioso, un hombre recto, bueno, sincero y austero. Un maestro auténtico que lo mismo te demostraba como se destila el vino en un alambique, que te recordaba que en el teatro desde ciertas alturas, los desconchones parecen hermosas molduras.

Y aunque yo sé bien que no te gustan estas públicas despedidas, estoy obligado a hacerla: Adiós hermano Crescencio. Aquí nos quedamos un poco más desprotegidos cuando comprobemos que no estás buscando algún término en el diccionario de la sala de profesores. Somos muchos, muchos los que vamos a echarte de menos cada vez que pasemos por el colegio aunque sea por fuera. Hemos tenido la gran. suerte de conocerte y tratarte tanto tiempo… seguro que vas a rezar por todos nosotros ¡Que Dios te bendiga!

Ángel Castro Maestro

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