Por Antonio Caparrós, fundador y director del grupo de teatro Arrabal de Melilla y profesor de Filosofia del IES Enrique Nieto)
El efecto del catolicismo no está en la imagen de sus pechos descubiertos (por cierto bellos, a mi parecer), sino en la configuración de nuestro punto de vista por parte de esa ideología religiosa que a usted, como a mí, nos condicionó (o intentó condicionarnos) para que viésemos en ese gesto algo negativo, algo «feo» (me confieso de haber hecho «cosas feas, padre», ¿se acuerdan?; casi siempre en relación con el sexo y pequeños hurtos de niños/as) atentatorio contra la moral pública (¡católica, cómo no!) ¿o acaso no fueron muchos de ustedes educados/as, como yo, en el nacionalcatolicismo de Franco por curas adeptos al régimen?
En cuanto a la intencionalidad táctica o estratégica de esa artista en el sentido de que su acción está orientada por el interés, simplemente decir que ni usted ni yo podemos valorar la decisión voluntaria de esta antigua activista en pro del feminismo. Y es fácil de entender: para poder juzgar esa intencionalidad tendríamos que poder entrar en su conciencia y eso, estarán de acuerdo conmigo, es sencillamente imposible; sólo ella puede conocer sus motivos. Usted y yo sólo podemos opinar en función, en ocasiones, de nuestros pre-juicios. Parece que es el caso de muchas/os de quienes vienen criticando el hecho.
Deberíamos agradecer a los/las artistas su contribución al progreso moral de la sociedad que, en este caso, se concreta en la igualdad, a todos los efectos, entre hombres y mujeres (más de la mitad de la Humanidad, según los entendidos.
¡Salud!»