Pili, depositaste algo de tu pasión por la vida en el hueco de nuestras manos. Nos enseñaste una amistad sin fecha de caducidad. Tu voz vibrante, tu alegría, eran un acogedor y común territorio. Has sembrado afectos sólidos, navegando por los afluentes de la risa y la conversación. Y siempre encontraste la hebra para hilar la concordia. Una sombra a la que arrimarse. Eras como una casa blanca recién regada.
Pero hoy Pili, se ha desplomado la oscuridad sobre nuestros corazones. Te despedimos con la congoja de tu ausencia. Nos dejas una zona de vacío, densa como la espesura de un bosque. Te vas, y tus compañeras queremos decirte que sin tu presencia, el mundo nos parece como menos habitable. Pero sabemos, compañera, amiga, que nos dejas el diamante que era tu modo de enfrentarte a la vida. Como un soldado en la batalla.
Nuestro abrazo, como una ola en formación, quiere acompañarte allá a donde dices que te vas. También sabemos, Pili, que no nos dejas del todo, y estamos seguras, que en tu frente, en tus recuerdos llevas nuestros nombres, y todas las jornadas que hemos recorrido junto a ti. En esa seguridad, compañera, encontramos el consuelo, y guardamos por ello tu memoria con el cariño que se construyen los nidos.
Charo Cutillas
