A la muerte desatenta

IN MEMORIAM, Por José Megías

Hace una semana la muerte desatenta visitó inesperadamente a Fernando, hijo menor de mis amigos Plácido y Virginia. Era demasiado joven, demasiado ilusionado, demasiado amante de los suyos, demasiado amante de la vida, pero haciendo deporte se le acercó la maldita parca y le arrebató su bien más codiciado: la vida.

No hay dolor más grande que la herida de enterrar a tu hijo y además el pequeño. No existe consuelo para este desgarro. Ver salir de tu casa a tu hijo…y no volver a tenerlo entre tus brazos ¡Cómo se supera este dolor tan traumático ¡
No sé qué decirles a mis amigos, su vida se ha parado, viven sin vivir. Podría decirles como a Lázaro: ¡levantaos! Pero no tengo fuerza convincente.
Por eso Fernando me quiero dirigir a ti, allí donde los almendros en flor te acogen y la verdad brilla en tu mirada, acércate a tus padres y murmúrale al oído tu cariño, tu amor para que intenten seguir luchando en su vida desgarrada, para que te sientan siempre a su lado.
Sé que estas palabras amigos, Plácido y Virginia, no os pueden servir de consuelo. Simplemente quieren ser un testimonio de la ausencia por no haber estado a vuestro lado el día del adiós a Fernando.
Descansa en paz y nos veremos el día del despertar del sueño de los justos.

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