Bill Gates defiende que la inteligencia artificial puede resolver la escasez de médicos y docentes, reinventar el trabajo y reducir la jornada laboral. Sin embargo, surgen dudas sobre la desigualdad, la dependencia tecnológica y el valor del trabajo como fuente de identidad.
Inteligencia artificial
El fundador de Microsoft defiende que la inteligencia artificial no solo resolverá la falta de médicos y docentes, sino que también transformará la noción misma de trabajo. Hay muchas voces que no lo ven tan claro, pero la opinión de Gates no es desdeñable.
Bill Gates está convencido de que la IA puede cambiar el mundo, pero hay otros muchos que creen que solo lo está empeorando. Para Gates, la filantropía “no es un sacrificio, es divertido y reconfortante”.
El reloj de la fábrica, que marcó el pulso del siglo XX, podría ser reseteado por la inteligencia artificial en el XXI. Esa es la visión de Bill Gates: un futuro en el que la IA alivie la presión sobre los profesionales, reduzca la jornada laboral e incluso permita adelantar la jubilación.
Aunque la industrialización continúa avanzando a pasos agigantados, cuenta con un problema que no deja de crecer: el déficit de mano de obra especializada. Un informe de la Association of American Medical Colleges (AAMC) proyecta, por ejemplo, que, de aquí a 2036, solo Estados Unidos podría enfrentar una falta de entre 13.500 y 86.000 médicos para cubrir la demanda de una población envejecida.
La situación es similar en la educación: escuelas de todo el mundo luchan por atraer y retener docentes, especialmente en áreas rurales o en contextos vulnerables.
A lo anterior se suma la escasez de trabajos manuales y operativos, que cada son vez más difíciles de cubrir, desde la agricultura hasta la logística. Es un problema cuya solución no se puede retrasar durante mucho más tiempo. Gates afirma que la IA (inteligencia Artificial) es la solución.
Gates aseguró recientemente que: “la IA vendrá y proporcionará la inteligencia médica necesaria, y no habrá escasez. Uno podrá jubilarse anticipadamente y podrá trabajar semanas más cortas”.
Cree el magnate que la productividad aumentará lo suficiente como para que, si las leyes y los políticos de cada país lo permiten, la semana laboral se reduzca a tres o cuatro días. Lo que hoy parece un privilegio caro (para empresas e instituciones) y al alcance de muy pocos, podría convertirse en la norma.
La visión del visionario/empresario genera dudas. La primera es la desigualdad en el acceso: si solo las élites tienen herramientas de IA de calidad, el riesgo es ampliar aún más la brecha educativa, sanitaria y laboral.
También preocupa la dependencia tecnológica: ¿qué pasa si se delega en exceso en sistemas que pueden fallar o reproducir sesgos? Algunos creen que la automatización puede generar desplazamiento laboral, obligando a millones de personas a reciclarse profesionalmente en un periodo corto de tiempo.
Ya falló Gates en su pronóstico del año 2004, en el que decía que “en dos años, el spam será cosa del pasado”; Quizás ocurra lo mismo con su pronóstico sobre la repercusión de la IA…
Hay algo que es importante, al menos para algunos, y que Gates obvia: El sentido del trabajo. Para muchas personas, trabajar no solo es un medio de subsistencia, sino también una fuente de identidad y propósito.
¡Veremos qué pasa en el futuro más cercano! Ya no se trataría solo de “descansar”, sino de dedicar más espacio a la creatividad, el ocio, el cuidado comunitario o el aprendizaje. Quizás la jubilación pase de ser una etapa final a convertirse en un período activo de realización personal.