Pedro Sánchez ha vuelto a hacer gala de su “Manual de resistencia”, el libro de su biografía obra de su ex secretaria de Estado Irene Lozano. Aun después de que el escándalo de corrupción que salpica a su exnúmero tres, Santos Cerdán —y antes a José Luis Ábalos— haya estallado en toda su crudeza, el presidente del Gobierno ha decidido no dimitir y aferrarse a La Moncloa. Lo hace a costa de un desgaste institucional, político y moral sin precedentes en la democracia reciente de nuestro país.
Las reacciones no se han hecho esperar. Desde Melilla, el presidente de la Ciudad Autónoma, Juan José Imbroda, ha calificado de “cínico” el discurso de Sánchez y ha advertido que el coste para España de esta nueva maniobra de supervivencia política será alto. ¿El motivo? La probable nueva factura a pagar a socios como el PNV o Puigdemont para mantener viva la legislatura. “¡Pobre España!”, ha exclamado con amargura Juan José Imbroda.
Desde el PP de Melilla recuerdan un dato contundente: los dos últimos secretarios de Organización del PSOE, ambos nombrados por Sánchez, están implicados en casos de corrupción. Y señalan, con razón, que es inverosímil pensar que el presidente ignoraba todo. ¿Puede alguien en España creer que Sánchez no supiera nada? Su única salida digna, dicen, sería la dimisión. Pero el presidente prefiere pedir perdón, anunciar auditorías y aguantar el temporal.
El PSOE de Melilla y su secretaria general y delegada del Gobierno, Sabrina Moh, mientras tanto, guardan silencio sobre este escándalo.
Por su parte, el propio Sánchez ha reconocido su «enorme decepción» con Cerdán y ha pedido su dimisión inmediata. Pero lo más grave no es la caída de un colaborador directo, sino la sombra que se cierne sobre la cúpula misma del Gobierno. ¿Cómo puede el jefe del Ejecutivo desvincularse de quienes él mismo eligió y protegió durante años? Feijóo ha sido tajante: no hay cortafuegos posible, no basta con cambiar peones cuando es el propio Sánchez el que está en jaque.
Muchos ciudadanos, también en Melilla, se preguntan si este Gobierno puede seguir un día más sin hundir un poco más la credibilidad de las instituciones. La respuesta de Sánchez, como era de esperar, conociendo al personaje, es seguir resistiendo.