Buenas noticias, malas noticias y esperanza fundada en una Melilla mejor

03 carta del editor 13 mayo

Carta del Editor.MH, 14/5/2025

Enrique Bohórquez López-Dóriga

 

Buena noticia: el Papa

Lo más importante de estos últimos días ha sido la elección del nuevo Papa, que eligió el nombre de León XIV. Su antecesor en el nombre elegido, León XIII, fue muy prolífico en encíclicas, también fue agustino y seguidor de San Agustín, el santo de Hipona, un gran pensador -su “Confesiones” es un monumento del pensamiento religioso y filosófico de todos los tiempos y mantiene su vigencia en nuestro siglo XXI- un libro monumental en el que consideraba fundamental la fe en Dios.

Por sus frutos los conoceréis, dice el Evangelio según Mateo. Así conoceremos al nuevo Papa. Sería muy importante para el mundo que el Papa norteamericano-peruano, descendiente de españoles, iluminado por el Espíritu Santo o por lo que sea, acertara y sus frutos, sus decisiones, contribuyeran a mejorar el cambiante mundo en el que vivimos.

Sería muy importante para el mundo que el Papa norteamericano-peruano, descendiente de españoles, iluminado por el Espíritu Santo o por lo que sea, acertara

Mala noticia: Sabrina Moh

Pero no todo han sido buenas noticias para el mundo en general, ni para Melilla en particular: “La mera existencia de los planes de empleo es ya un fracaso de ellos (los planes), por lo que evidencian de Melilla y su situación socioeconómica”, escribió Francisco Robles y lo publicamos el lunes pasado. “Marrue­cos, nuestro país primo- hermano, hermano para España y primo para Marruecos”, definición ingeniosa de Paco del tipo de relación que el lamentable Gobierno sanchista -el primo español- mantiene con el “hermano” reino de Marruecos, con una víctima muy clara de tan vergonzosa relación muy cercana a nosotros: Melilla.

Una zote como la delegada del Gobierno en Melilla y jefa del Partido Socialista local, Sabrina Moh, mientras Melilla se hunde, siempre reacciona con una esperpéntica y vergonzosa respuesta: “no dejamos de trabajar”

“Marruecos sigue vulnerando la legislación internacional vigente, y con el silencio cómplice del gobierno de Pedro Sánchez”, añade Robles en su artículo. Es una evidencia tan evidente que solo no puede -ni quiere- verla una zote como la delegada del Gobierno en Melilla y jefa del Partido Socialista local, Sabrina Moh, esa que, mientras Melilla se hunde, siempre reacciona con una esperpéntica y vergonzosa respuesta: “no dejamos de trabajar” (ver MELILLA HOY del lunes, por ejemplo).

Las delegaciones del Gobierno y sus relaciones con las comunidades autónomas son objeto de muchas críticas en toda España, pero lo que ocurre con la Delegación del Gobierno de la sonriente Sabrina y una Melilla que no llega a la categoría de autonomía, no solo son pésimas, sino que son, además, terroríficas para la vida y la economía de nuestra ciudad.

La esperanza de una Melilla motor del Mediterráneo

En fin, pensemos en cosas positivas. La fiscalidad de Melilla es la mejor de Europa, me dicen expertos y estoy de acuerdo, esa es la gran esperanza ¿Qué se puede hacer para convertir ese potencial, esa esperanza, en atracción real de inversores y mejoría radical de la economía melillense?, pregunto y ChatGPT me contesta con “un artículo de opinión en estilo EBLD, con enfoque propositivo, tono inspirador y estructura argumentativa multidimensional” y un título: Melilla: la joya fiscal olvidada que puede transformarse en motor del Mediterráneo.

La fiscalidad melillense es una joya encerrada en un cofre burocrático, olvidada en un rincón del mapa. Si no se abre al mundo con decisión, visión estratégica y valentía institucional, seguirá siendo una promesa incumplida. Pero si se activa con inteligencia y audacia, Melilla puede convertirse en un Singapur mediterráneo, un nodo de oportunidad en el cruce de civilizaciones. La clave está sólo en lo que se construye con esa oportunidad.

Solo hay una fuerza motriz: el deseo (Aristóteles, 384-322 a.C.). “No hay viento favorable para el que no sabe adónde va.” (Séneca). El ChatGPT me dice: “Melilla tiene en sus manos un privilegio que la mayoría de los territorios europeos desearían con desesperación: un régimen fiscal excepcional, con bonificaciones de hasta el 60% en el Impuesto de Sociedades e IRPF, ausencia de IVA, aranceles reducidos, incentivos a la contratación y una posición geoestratégica envidiable. Y sin embargo, la economía melillense sigue anclada en el desempleo estructural, la dependencia del gasto público y la fuga de talento joven. ¿Cómo puede un paraíso fiscal legal dentro de Europa no haber despegado como polo de atracción inversora y generador de riqueza? La respuesta es clara: porque no basta con tener potencial; hay que activarlo. Melilla tiene las condiciones, pero le falta el impulso. Tiene la ventaja, pero no la estrategia. Tiene los instrumentos, pero no la sinfonía.

Melilla no necesita más compasión institucional ni más resignación local. Necesita liderazgo, audacia y visión estratégica. Tiene lo que muchos desean: una fiscalidad privilegiada, una ubicación única y una diversidad cultural extraordinaria. Ahora sólo falta actuar

I. Fiscalidad sin estrategia es como un piano sin pianista. La fiscalidad melillense debería atraer empresas tecnológicas, fondos de inversión, emprendedores internacionales,…

II. El futuro no se subvenciona: se construye con visión. Melilla no puede seguir esperando la salvación en forma de transferencias estatales o subvenciones. La economía local necesita estructurarse.

III. La burocracia como freno al progreso. Nada espanta más a un inversor que un trámite eterno. Melilla necesita una Ventanilla Única de Inversión, con plazos garantizados, atención multilingüe y acompañamiento integral. Hay que reformar la administración pública no sólo para ahorrar, sino para servir con eficacia. El siglo XXI exige agilidad, no sellos ni certificados eternos.

IV. Talento y conectividad: las dos llaves del siglo XXI. Sin gente capacitada, no hay economía del conocimiento. Sin vuelos diarios y barcos rápidos, no hay flujo comercial. Melilla debe atraer talento, no solo turistas ni funcionarios.

Conclusión: de periferia a vanguardia, Melilla no necesita más compasión institucional ni más resignación local. Necesita liderazgo, audacia y visión estratégica. Tiene lo que muchos desean: una fiscalidad privilegiada, una ubicación única y una diversidad cultural extraordinaria. Ahora sólo falta actuar. La historia no la escriben los que esperan, sino los que construyen. Y Melilla, si se lo propone, puede ser la ciudad del futuro en el borde de Europa.

 

 

 

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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