Una España que muere … y el sanchismo que la mata.

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Antonio Machado, poeta español, republicano, el más joven representante de la famosa generación del 98, es muy conocido en la actualidad porque el famoso músico Serrat le puso música a varios de sus poemas, convirtiéndolos en cultura popular.

En 1912, ya inmersa España en el camino que llevó a la guerra civil en 1936, Machado escribió una poesía corta que, por desgracia, sigue siendo de total actualidad en la España post electoral, en la que en este momento vivimos.

Dice la poesía: “Ya hay un español que quiere vivir y a vivir empieza, entre una España que muere y otra España que bosteza. Españolito que vienes al mundo te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.

Aunque la extremista confrontación política es un indeseable fenómeno de actualidad en varios países del mundo, en el caso de la España ‘sanchista’ es de especial relevancia, ya que está en juego el mismo futuro de España como nación.

Acaba de cerrarse un período en el que el ‘sanchismo’ ha gobernado con proetarras, comunistas y separatistas. Las perjudiciales consecuencias económicas, sobre las que escribí el pasado domingo, son evidentes para todo aquel que quiera analizarlas sin prejuicios, cosa ya sé es harto difícil. Las consecuencias políticas y culturales también son importantes e indeseables, con un abandono del centro y una clara deriva hacia los extremos mediante leyes impulsadas -me atrevería a asegurar que escritas- por los partidos más extremistas del arco político. Hay que destacar la ley de la erróneamente llamada ‘memoria histórica’, que no resiste comparación alguna con la realidad histórica escrita por historiadores respetados, de todas las tendencias políticas.  O la ley del sí es sí, con sus bien conocidas y lamentables consecuencias.

La economía y algunas de las consecuencias de leyes inadecuadas o simplemente indeseables, pueden ser aminoradas o revertidas con empeño y tiempo. Pero es mucho más difícil y requiere de mucho más tiempo, el revertir el daño histórico y cultural, la crispación y confrontación política que se ha instaurado en el país, dividiéndolo en dos bloques, como escribía Machado.

Pero habiendo sido el gobierno Frankenstein perverso, como no podía ser de otra manera dadas las mimbres con que se hizo el cesto, existe la amenaza, casi la certeza, de que se instaure un nuevo gobierno Frankenstein, aún más extremista, incluyendo a un partido que pide, como condición sine qua non para apoyar la continuación del sanchismo, la celebración en Cataluña de un referéndum vinculante -y esta es la palabra clave- sobre la independencia de esa autonomía.

Se crearía al monstruo no con partes sanas de otros seres humanos, sino con partes viejas y con probado mal funcionamiento como es el caso del comunismo; con partes podridas como es el caso de los filo etarras; y con partes que rechazan al organismo en el que van a ser implantadas, como es el caso de los nacionalistas.

Quiero, desearía, creer que Sánchez va a reflexionar y va a seguir el consejo, la petición, de los históricos del Partido Socialista, que así se lo han demandado. Se requiere la vuelta a un sistema bipartidista, en el que las mayorías gobiernan sin necesidad de hacer cesiones a las minorías, oyéndolas pero no obedeciéndolas, contando con su colaboración no con su oposición, aún más cuando se trata de minorías marginales que atentan contra la propia Constitución y contra el sentimiento de las personas de bien del país, de la mayoría de los ciudadanos.

Observen, en el gráfico que se acompaña, que 73,71% de los escaños, o sea, tres de cada cuatro de los representantes de los ciudadanos, pertenecen al PP o al PSOE. Si el PSOE establece una alianza con todos los demás partidos, incluyendo separatistas y filo terroristas, y llega a gobernar, estaría violentando gravemente la voluntad de cuatro de cada diez de los representantes políticos en el Congreso, el porcentaje que corresponde al PP, que no quieren en el gobierno a esos partidos marginales o incluso anticonstitucionales, entre ellos los que buscan trocear España.

Parece obvio que el sistema que permite las imposiciones de las minorías marginales no es el adecuado. Si para corregirlo hay que cambiar las leyes, desde la Constitución hasta las leyes electorales, hágase. Si hay que establecer un sistema de segunda vuelta, hágase. Cualquier solución es mejor que darle el poder de hacer leyes, de ámbito nacional, a aquellos que reiteradamente las han ignorado y despreciado.

Es el momento para que los dos grandes partidos nacionales dejen a un lado sus intereses a corto plazo y se enfoquen en el futuro de España. Es un ruego, una ilusión, que no creo que sea atendido, pero no por ello es menos necesario.

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Gonzalo Fernández

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