Ya llevamos más de un año de sufrimiento a causa de la pandemia. Lo peor de todo, las muertes que ha ocasionado y el dolor de sus familias. Pero no se queda muy atrás la crisis socioeconómica que ha derivado de las medidas dictadas para combatirla, entre ellas, por supuesto el cierre fronterizo que se decretó y que ha adelantado en unos años la desaparición del denostado-por algunos- comercio fronterizo. No hace falta poner cifras porque todos sabemos las muchas familias que se han visto necesitadas de ayudas públicas y de la solidaridad de muchas empresas y particulares que han ayudado de una forma u otra. La gestión de la pandemia no se puede decir que ha sido buena. Ni a nivel nacional, ni local. A Melilla se la ha equiparado con las CCAA cuando ni sus recursos humanos ni materiales son equiparables a los de toda una Consejería de Sanidad. Aquí dependemos del INGESA y de un concejal de Salud pública. Tampoco se nos ha diferenciado de otros territorios respecto al reparto de vacunas, sin tener en cuenta nuestra altísima densidad de población por km2 que -sin necesidad de ser epidemiólogo para saberlo- es lo que ha provocado, junto a la adopción de unas medidas -que no han sido eficaces- y la no adopción de otras muy necesarias, que estemos en el primer puesto nacional de Ias Incidencias Acumuladas (IA) en los últimos tiempos y a la cola en porcentaje de población vacunada. Algo ha fallado, además de la irresponsabilidad de muchos de nuestros convecinos.
Algunos pensábamos -y seguimos pensando- que es necesaria la unión de todas las fuerzas políticas para hacer frente a los muchos desafíos que tiene esta Ciudad por delante. Esperanza vana, me temo. Seguimos viendo que los políticos de uno u otro partido, salvo contadas excepciones, siguen empeñados en el “y tú más” y buscando réditos políticos a corto plazo para “quítate tú, que me pongo yo” o para colocar a sus afectos, favorecer a sus amigos y fastidiar en lo posible a los que no son de su cuerda. Basta con ver las declaraciones de unos y otros, y las intervenciones en los Plenos. Y esto es muy triste, peligroso para nuestro presente y, sobre todo, para nuestro futuro.
La descoordinación dentro del Gobierno, por mucho que se empeñen en negarlo, es evidente. Cada partido ha hecho de “sus” Consejerías un “reino de Taifas” y no hay semana que no haya rumores de maniobras -orquestadas en la oscuridad- para coger alguna parcela más de poder, incluso, la apetecida presidencia del Gobierno. Presidencia que, por cierto, ha demostrado una incapacidad absoluta para manejar el barco en aguas turbulentas. Como reconoce él mismo, es incapaz de coordinar y poner orden en su Gobierno. Para botón de muestra, lo que están haciendo con la Plaza Multifuncional o con las medidas de salud pública. Quizás, en otro momento, en otras circunstancias podría haber servido de “árbitro” entre unos y otros. Pero en las actuales, se puede decir que ha sido una “presidencia fallida”.
Debo reconocer que la iniciativa de un Plan Estratégico 2020-2029 para enfocar el futuro entre todos -aunque pocos hayan participado hasta ahora, incluso pocos políticos- es una buena herramienta que ha dado ya los primeros pasos. Ahora, viene lo difícil, que es consensuar entre todos las medidas y los pasos para poner en marcha las conclusiones de las ponencias y los grupos de trabajo. Pero esto vale para el medio y largo plazo.
Mientras, se deberían tomar acciones inmediatas para paliar el desastre que para muchas empresas y familias conlleva la desaparición de la actividad económica que depende de la frontera. Eso de “mirar al norte” está muy bien y algunos lo hemos hecho hace años, pero sin dejar de mirar a los otros tres puntos cardinales. Por desgracia, cambiar la estructura económica de una ciudad que depende en más del 50% del sector público y en la que las retribuciones a asalariados más del 66% corresponde a la Administración Pública, no se hace por decreto, ni de un día para otro. Este cambio lleva años, muchos años.
Que se han perdido muchos para intentar ofrecer alternativas al monocultivo del comercio fronterizo está claro, pero mientras se consigue fomentar esas otras actividades hay que intentar dar solución a las empresas y trabajadores que se han quedado sin recursos por el cierre o, en el futuro, dependerá de las condiciones para su reapertura que se “negocien” con Marruecos, si es que nuestro Gobierno es capaz de hacerlo. Nuestra petición de una frontera fluida y segura, interesadamente, la reconvirtieron algunos políticos de entonces en un “Melilla, se muere”. Y tuvieron razón, lamentablemente. El abandono o dejadez que algunos políticos, locales y nacionales, de uno y otro signo, han hecho de sus obligaciones para dar solución a lo que se veía venir desde 2017, agravado por el cierre de la Aduana en 2018 y con la puntilla en marzo del covid, nos coloca en una situación muy difícil. En este punto, más culpa tiene el nacional que el local aunque éste debería estar presionando mucho más a la Moncloa de lo que lo ha hecho hasta ahora.
O los políticos se dejan de intrigas y luchas fratricidas, de intereses electoralistas, de venganzas, de ambiciones personales y de solucionar “su” vida con un cargo público sin más tener mérito o capacidad para ello que ser fiel al jefe de su partido, y se ponen a trabajar todos juntos y en la misma dirección o esta Ciudad se va a convertir en un páramo económico y social de familias enteras dependientes de una forma u otra de las dádivas y subvenciones. Y eso tiene muy poco recorrido.
En Melilla, todavía queda gente con ilusión, con ganas de hacer cosas nuevas, de emprender nuevos caminos, de trabajar gratis por sus ideas, de mantener una buena y necesaria colaboración público-privada, de arriesgar su patrimonio y dejarse la piel en el empeño. Las empresas familiares somos más del 98% del total que existen en Melilla y nos significamos por el apego a nuestra tierra, por la solidaridad con nuestra gente y por la visión a largo plazo para dar continuidad a lo que nuestros predecesores – o nosotros mismos- hemos creado. Salgan ustedes de sus “burbujas”, bajen a la tierra, remánguese y trabajemos todos unidos por el FUTURO Y PRESENTE DE MELILLA.