Persianas abajo, mesas y sillas recogidas y terrazas y aceras despejadas del mobiliario de bares y cafetería. Esa era la estampa ayer en el primer día de cierre hostelero en Melilla, un domingo soleado y con buena temperatura que llevó a un buen número de ciudadanos a disfrutar de un buen paseo e incluso de un baño de sol en las playas.
Sin embargo, pese al buen tiempo, el ambiente era distinto por la inexistencia de bares, cafeterías y restaurantes donde disfrutar de un trago y descansar, dado que tampoco es posible sentarse en los bancos y resto de elementos comunes de la vía pública.
Pocos establecimientos abrieron. Unos, para preparar sus locales para estos 15 días sin actividad. Otros, para llevar comida a domicilio. Algunos hosteleros, en sus puertas, miraban el desastre con la mirada perdida. “El titular debería ser ‘Qué tristeza’”, sugirió un empresario hostelero al ver a la periodista.
Y es que, a su juicio, en este caso se ha ido “al eslabón más débil”, porque mientras bares, cafeterías y restaurantes deben cerrar, “los barcos, supermercados y otras tiendas están llenos hasta la bandera”. “Si esto sirviera para que se arreglara el problema, yo cerraba dos meses. Pero esto solo nos trae ruina”, aseguró.
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