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El rincón de Aranda

Una de dictadores

En septiembre de 1973, el dictador Pinochet, ordenó asesinar, junto a varios cientos de chilenos, al poeta, Victor Jara. Mientras sus verdugos tomaban sus descansos, cuando lo torturaban en el Estadio Chile, de la capital, Santiago; en esos ratos, ensangrentado, dolorido, y con las manos rotas, tuvo tiempo de escribir estos versos desgarradores, que un amigo guardó y más tarde distribuyó, como un valioso tesoro: “¡Ay!, canto que mal que sales/ cuando tengo que cantar espanto. / Espanto como el que vivo./ Espanto como el que muero,/ de verme entre tantos y tantos/ momento de infinito/ en que el silencio y el grito,/ son las metas de este canto/ lo que veo nunca vi,/ lo que he sentido, y lo que siento/ harán brotar el momento….”. La palabra “sale” del primer verso, hay quien opina que, debido a que el papel estaba muy deteriorado, era “sabes”.

Como todos los poetas, Victor Jara, transformaba en belleza, toda la mierda y la detritus asesina de la dictadura de su país, auspiciada por Nixon, el “emperador del mundo”, entonces. Hay quien compara, por la similitud de sus muertes, a nuestro poeta Federico García Lorca con Victor Jara; como también a Franco con Pinochet. Antonio Machado escribió: “Se le vio caminando entre fusiles,/ por una calle larga,/ salir al campo frío,/ aún con estrellas en la madrugada./ Mataron a Federico cuando la luz asomaba…”.

A ambos dictadores, como grandes tiranos, les gustaba tener la fama de liberadores, y los dos con el mismo odio hacia los comunistas y socialistas. También los dos fueron “bendecidos” por la Santa Madre Iglesia, y no solo sembraron sus naciones con cientos de cadáveres, sino que condenaron, bajo sus botas y las armas, al silencio a millones de ciudadanos. Tal delirio “liberador” llegó a ser en España, que al Generalísimo lo colocaban bajo palio en las iglesias; como también en noviembre de 1937, en La Coruña, el Gobernador, propuso la eliminación de la hoja del Registro Civil, donde figuraba inscrito el líder republicano, Santiago Casares Quiroga, nacido el 8.05.1884. Al traidor y asesino Pinochet, también como buen “liberador”, ni se inmutaba dando las órdenes de que lanzaran, desde un avión, al mar, a prisioneros políticos; y al rato con cinismo e hipocresía, de unas manos “santas y beatonas”, recibía la comunión sin pestañear.

En un periódico chileno, en la dictadura, con desfachatez y desvergüenza, publicaron un artículo titulado: “Nada tienen que temer los que nada han hecho”. Un teniente llamado Eduardo Carrasco, carcelero en la Isla Dawson, desestructurando el concepto “patria”, les decía a los presos, donde la mayoría eran intelectuales, algunos ministros de Allende, músicos, profesores y poetas de izquierdas: “Chile no necesita intelectuales vagos, ociosos, como ustedes. Chile necesita soldados y haremos de ustedes soldados cueste lo que cueste”.

El chileno, Floridor Pérez, profesor de castellano escribió: “Poesía contestataria en un campo de detención”. Éste profesor ejerció como maestro rural durante varios años en un poblado campesino ubicado al sur de Chile, al que él mismo denominó “Mortandad”. Tras el golpe militar fue detenido en la isla Quiriquina, donde nacieron los poemas contenidos en “Cartas de prisionero”. Cuando fue liberado, lo relegaron a un poblado, mil kms. más al norte, en las cercanías de Copiapó. Y con el retorno de la democracia, para él el acto de escribir, fue liberador, dirigiendo talleres literarios, con sus actividades docentes. Aquí no se pudo hacer eso hasta el 20.11.1975, cuando a Franco lo dejaron bajo una losa de 1500 kgs. en el Cerro de Cuelgamuros.
“El 17 a las 17”. Esa era la consigna que circulaba en Melilla y en todo el Protectorado, por los cuarteles, a principios del mes de julio de 1936. D. Manuel Romerales Quintero, Comandante General de Melilla, republicano moderado, fue la primera autoridad militar que se enfrento al golpe de estado fascista en Melilla, terminando, tras un ignominioso y pseudo consejo de guerra, asesinado, frente a un pelotón de fusilamiento. Eran las 8 de la mañana del día 28.08.1936 (solo tardaron 42 días en acabar con él). Tras romper su sable y degradarlo públicamente, se formó el piquete, y antes de que el oficial gritara: “¡fuego!”, él alzo la voz y pronunció: “¡Soldados!, ¡Viva España!”.

Yo creo que el epitafio que mucha gente hubiera deseado leer en las tumbas de Franco y Pinochet, sería: “Aquí yace un traidor a su patria, y al que lo nombró. Padre, esposo y asesino”.

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