Yo, que me paso el día averiguando de aquí y allá sucesos, dichos o hechos, atento a todo y resulta que se me pasó lo más importante, el cambio de personalidad. El pasado día 19 salió publicada «mi opinión» y por circunstancias de este tiempo en que todo el mundo busca el calor, yo me explayé con el sexo. Lo curioso es que cuando hoy lo leí, no lo reconocía, y no lo reconocía porque a estas alturas mi agilidad mental en cuanto al sexo es débil, hay que tener en cuenta que este día veintiocho cumplo veintiocho años, perdón quise decir ochenta y uno, y se puede dar usted idea de que uno no tiene ya la agilidad mental ni de cintura como para comportarse como un hombre pleno. Todo decae, se reducen los discos en la columna vertebral, se quedan las vértebras sin elasticidad, la próstata se queda afónica y la micción se queda en gota, y no digamos nada del resuello ese que, antes, era el grito de Tarzán y te dabas puñetazos en el pecho cuán gorila poderoso después de copular; tiempos aquellos en que seguíamos la moral celestial de «crecer y multiplicaos» a rajatabla, sin modos ni maneras antinaturales, éramos lo que éramos, naturales cien por cien antes de la imbecilidad del ¿progresismo sexual?, sin miedo a la carestía de la vida buscándonos pluses extras o mayor jornada. Si vos no has llegado a esa edad imprevista vete preparando, ya llegará la hora, y más ahora con la falta de trabajo que hay, claro que actualmente los machotes dejan a la mujer trabajando y pedís la vacación por maternidad.
Pero a lo que iba, que por no reconocer al «muñequito» pasé de largo y mira por dónde hasta me sacaron, no bello, sino bellísimo ¿o no?, hasta he pensado dejarlo como logo del Candil. El problema es que el logo es de Hernández y el contenido de El Sexo, también.