Buenos días

La feria de ayer

Matasuegras, bastones, cromos, elásticos, alfombras, manos rotas. Caretas con ojos pintados. Abéñula de la ilusión. Blanco arroz de nupcias de un clown y las candilejas. Detrás, la sombra. Una valla en silencio como un torrente ciego. ¡Menos mal que del cielo cae de vez en cuando algún niño incendiado! Rosas las manos y amarillos los pechos; canarios flautas y canarios pitos. Pitos de cañas. Tintados de violeta. Morados en los labios, gordozuelos y frescos de morder el paladu. Canciones y caracolas y también zapatos que hacen daño. Cariocas. Sandalias. Talones rozados como pequeños Aquiles caídos del espacio.
Y la ruleta cerca. Tan cerca que previene. Rueda de clavos con premios por detrás. Valla de alambre para poder saltar tan solo con la suerte. ¡Quién tiene suerte! Y el que destaca, se lleva la envidia, la admiración y la alegría del coro, junto al modesto paquete de galletas. ¡Quién tiene suerte! Se necesita gente con suerte en esta feria. Mucha gente con suerte. De esa gente que llega con cara sonriente, seguros y campantes y hacen girar la rueda, sabiendo, dominando la púa, los clavos y los números y hacen brotar los premios. ¡Que salgan muchos premios! ¡Hay premios para todos!… grita el hombre de la gorra y la caña en la mano. Ecce Homo de mercados, de plazas de sol y toldos. Cañizos y tablones. Viejo escenario de la feria…
¡Hay premios para todos! La mosca en el almíbar y las tablas quejándose. Maletas sin estación. Estrellas remendadas en los oscuros bolsillos del vendedor de tiras de la tómbola. ¡Papel! ¡Papel! ¿Todos tienen su papel?, pregunta casi ahogado. Asfixia de un acto casi concluido. Actores ante el tinglado, presienten el final. Hay un elegido entre los doce de la jugada. Uno que sabe de antemano que el premio será suyo.

Superman en la noria. Todo es redondo en la feria. Mujer. Círculos y galerías. Y la noche sudando. Y el hada de las calles borracha en una esquina. Se baila también en círculos de fuego. En el ara redonda de la tierra ¡Antropomorfomizan!, grita un borracho para demostrar que no lo está. Y sus pupilas estrenan luces.

Escandinavia azul de pitos de cañas y caretas de cartón. Sol de media noche en la húmeda calle rodeada de árboles. Hojas perennes y Tío Vivo. Y el “vivo” que nos va a sorprender y el “Tío” de los gorros. Gorros de papel de casas encaladas. Ocres y verdes, comedores con tiras de papel de seda alrededor del cable de la luz. Gorros de Garibaldi. De Maestresala. De Gran Capitán. De Hazañas. De Bamburrias. De Cuadernos de dos rayas y colores Alpino. ¡Por dos pesetas viaje en un cohete! Y siempre sube alguien. Alguien. ¿Quién es alguien? La feria está llena siempre de alguien. De esa sombra que todo lo abarca y nadie conoce. Alguien había. Y se venden mucho los gorros de Alguien. Y también ese alguien tiene la suerte.
¡Regalos de todo! Baúles. Lámparas. Arroces para bodas. Comedores de seis sillas. Y el maná cayendo en las manos. Y el suelo cada vez más blanco. Pajaritas de papel en el asfalto. Libres papeletas sin premios. Las de los números bajos siete llaves y rotas. ¡La suerte! ¡Adiós! y marcha la carne de su carne, en un viaje alrededor del mundo, tocando la campanita del pato del carrusel. ¡Adiós! Y vuelve a pasar haciendo señas con las manos. Y los mayores de pie en el disco borrachos en el juego del cabriolé. Mares y montañas. Azules lagos y cisnes adormecidos. Corazones de felpa que laten como late una caja de dedales o un paquete de azúcar. Dulcemente, protectoramente. ¡Adiós!… y las mejores sonrisas son esas. Las idas y las venidas. Caras encendidas por la mágica luz de las manos de un aventurero. Tan sólo un Juan Nadie pudo inventar a Bambi. Andersen inventó después los niños. La feria lo pone todo en movimiento. Lo abraza todo. Buenos días y buenos churros, como esto que escribo

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«Enshittification» y «Weaponification» en Melilla: Reflexión sobre los ataques a Guelaya-Ecologistas en Acción Ricardo Dominguez Llosa El pasado 19 de diciembre de 2024, Juan Carlos Montoya publicó un artículo titulado en Tribuna de opinion, en el que vertió duras críticas hacia la asociación Guelaya-Ecologistas en Acción, una ONG que lleva años trabajando de manera activa y comprometida en la defensa del medio ambiente en Melilla. Este tipo de ataques no solo desvirtúan el trabajo de una organización que ha demostrado con hechos su compromiso con la sostenibilidad y la justicia climática, sino que también representan un fenómeno más amplio y preocupante que podríamos calificar como «enshittification» y «weaponification» del discurso público. ¿Qué significa «Enshittification» y «Weaponification»? El término «enshittification» se utiliza para describir el proceso mediante el cual algo que inicialmente tiene un propósito positivo o constructivo se degrada hasta convertirse en un espacio o herramienta tóxica. Por otro lado, «weaponification» hace referencia a la instrumentalización de ciertos discursos o ideas para atacar, desacreditar o deslegitimar a individuos o colectivos. En este caso, ambos conceptos parecen aplicarse al contexto de las opiniones vertidas por Montoya, que no solo atacan sin fundamento a Guelaya, sino que también reflejan una tendencia preocupante hacia la polarización y la desinformación en temas tan cruciales como el cambio climático y la protección medioambiental. Guelaya-Ecologistas en Acción: Una labor encomiable Guelaya-Ecologistas en Acción lleva años trabajando en Melilla para promover la sostenibilidad, proteger la biodiversidad local y concienciar a la ciudadanía sobre la importancia de actuar frente a la crisis climática. Su labor incluye actividades de reforestación, limpieza de entornos naturales, campañas de sensibilización y propuestas de políticas públicas orientadas a la sostenibilidad. Estas acciones no solo benefician al medio ambiente, sino que también contribuyen al bienestar de la comunidad melillense. La ONG forma parte de una red nacional de Ecologistas en Acción, que se rige por principios de transparencia, participación y rigor científico. Sus informes anuales y actividades están respaldados por datos y análisis que buscan incidir en la toma de decisiones políticas y sociales. El ataque de Montoya: Una crítica sin fundamento En su artículo, Montoya recurre a un lenguaje incendiario y descalificativo, calificando a los miembros de Guelaya como «provincianos», «terraplanistas» y «negacionistas del cambio climático». Estas acusaciones no solo son infundadas, sino que también resultan irónicas, dado que Guelaya ha sido una de las voces más activas en Melilla en la lucha contra el cambio climático. Este tipo de críticas parecen más bien una estrategia para desviar la atención de los problemas reales que enfrenta la ciudad, como la falta de políticas públicas efectivas para abordar la crisis climática o la degradación de los espacios naturales. Al atacar a quienes trabajan por el bien común, Montoya no solo desacredita su propia posición, sino que también contribuye a perpetuar un clima de desinformación y hostilidad que dificulta el progreso colectivo. No matar al mensajero, pero sí escuchar el mensaje El título del artículo de Montoya, resulta paradójico, ya que su texto parece precisamente un intento de desacreditar al «mensajero» que trae un mensaje incómodo pero necesario: la urgencia de actuar frente a la crisis climática y la necesidad de proteger nuestro entorno natural. En lugar de atacar a quienes trabajan por el bien común, sería más constructivo abrir un diálogo basado en el respeto y la evidencia científica. La crisis climática es un problema global que requiere la colaboración de todos los sectores de la sociedad, y descalificar a quienes están en la primera línea de esta lucha solo nos aleja de posibles soluciones. Reflexión final El caso de las críticas de Montoya a Guelaya-Ecologistas en Acción es un ejemplo de cómo el discurso público puede ser utilizado de manera tóxica para atacar a quienes trabajan por el bien común. Sin embargo, también es una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de defender a las organizaciones y personas que, con esfuerzo y dedicación, luchan por un futuro sostenible. Es fundamental que, como sociedad, aprendamos a distinguir entre las críticas constructivas y los ataques infundados, y que apoyemos a quienes, como Guelaya, dedican su tiempo y energía a proteger el planeta y garantizar un futuro mejor para todos. En un mundo donde el cambio climático es una realidad innegable, no podemos permitirnos el lujo de desviar la atención de los problemas reales con discursos vacíos y descalificaciones sin fundamento.

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