Tristeza e indignación: no hay Estado ni Gobierno

Una burla a la que se podía y debía haber puesto coto, aplicando el Código Penal español, apartando a todos los miembros del gobierno catalán de sus cargos, privándoles de sus ingresos y encarcelando a sus cabecillas. Es incomprensible, e imperdonable, que no se haya hecho eso hace ya mucho tiempo.
El pasado 1 de octubre fue, más o menos, más más que menos, lo que los independentistas, comunistas y antisistemas dirigentes políticos catalanes pretendían que fuera: un horror, una vergüenza, un espectáculo lamentable de manipulación de sentimientos, un espectáculo humano siniestro, además de sumamente aburrido y falto de cualquier atisbo de originalidad. Uno de los espectáculos más tristes y dañinos de la larga historia de España.

Pero también fue un espectáculo anunciado y, lo que resulta espantoso, consentido por aquellos que tenían la obligación de haberlo evitado desde hace mucho tiempo, empezando por el presidente del Gobierno de España, sin que pueda servir de excusa suficiente el poco apoyo del principal partido de la oposición. Hoy el sentimiento generalizado de la mayoría de los españoles es que ya no hay Estado español, en cuanto que el Gobierno no gobierna. Esto es un verdadero drama.

Lo de Puigdemont y compañía, los máximos representantes del Estado español en Cataluña, es no sólo una rebelión, sino sobre todo una burla a la mayoría de los españoles, catalanes incluidos. Una burla aireada, preludio de una declaración de independencia repetidamente anunciada. Una burla a la que se podía y debía haber puesto coto, aplicando el Código Penal español, apartando a todos los miembros del gobierno catalán de sus cargos, privándoles de sus ingresos y encarcelando a sus cabecillas. Es incomprensible, e imperdonable, que no se haya hecho eso hace ya mucho tiempo.

Hablar ahora de diálogo, como pide Pedro Sánchez, es muy propio de él, es una tontería absurda. No se puede dialogar con los que te quieren matar, con los que te han declarado la guerra. Las guerras no se ganan con diálogo. Las guerras o se pelean, o se pierden, y en este caso nos estamos jugando, y estamos a punto de perder, la propia España, a manos de unos lamentables descerebrados independentistas ignorantes, insensibles al caos que han originado y que terminará por arruinar, en primer lugar, a los mismos catalanes a los que prometen lo que, es evidente para cualquier analista mundial, no pueden, ni quieren, cumplir. Unos independentistas que unos políticos nacionales, con sus cuitas internas y sus carencias externas -cobardía incluida- han engordado hasta la náusea.
¿Cómo no ser independentista si cada provocación, cada desprecio, cada deslealtad, solo han concitado inverosímiles halagos dialogantes?, se preguntaba un catalán inteligente y culto como Arcadi Espada. ¿Será posible que se intente seguir por el mismo camino? Pues aunque parezca increíble parece que sí. Tras la huelga general de hoy en Cataluña, llegará la declaración de independencia y después más provocaciones, más desprecios, más deslealtades… y más halagos dialogantes…hasta la destrucción total de España. Sólo nos queda esperar, y desear, el milagro de un cambio: que el Gobierno gobierne.

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