El rincón de Aranda

Anécdotas de la Dictadura Franquista

En aquéllos años grises de posguerra, desde los púlpitos, desde la prensa, con la radio y las aulas de la Sección Femenina con sus gimnásticos pololos, solian predicar la moderación del sexo; ya que los tres años de guerra habían abierto una sima entre la etapa de la República, pródiga en novedades, reivindicaciones y fermentos de todo tipo. Las consignas, que durante la guerra habían instado al ciudadano de retaguardia republicana, a apretarse el cinturón, se materializaron en la larga posguerra en dos palabras: “restricción y racionamiento”. Y la propaganda oficial del Régimen, era la encargada de hacer acatar las normas de conducta que el Gobierno y la Iglesia dictaminaban. Más tarde al Generalísimo, en agradecimiento, lo metieron bajo palio, con sus conmilitones. También algunos rojos malévolos decían que en las monedas, debió figurar: “Francisco Franco Caudillo de España por la POCA Gracia que tuvo Dios”.

Como habían ganado los “buenos”, y la guerra había terminado, prohibieron mirar hacia atrás, censurando cualquier manifestación de su huella, que de por sí era tan evidente en tantas familias destrozadas, tantos suburbios miserables, pueblos arrasados, la economía maltrecha, obligados exilios, represalias, prisioneros abarrotando las cárceles en espera de las depuraciones y,… fusilamientos. También había una retórica mesiánica y triunfalista, empeñada en minimizar las secuelas de aquella catástrofe, entonando himnos a un provenir incierto.

Entonces las famosas puertas giratorias funcionaban a tutiplén, importándoles un carajo el pueblo hambriento. Mientras, los hijos de las “buenas” familias vencedoras del Glorioso Alzamiento, estudiaban oposiciones, costasen lo que costasen, integrándose en la Administración, la que llamaban, “Olla Gorda”, mientras que los hijos y viudas de los rojos, iban derechitos al ostracismo, por sospechosos. Aquéllos formarían más tarde, parte de la élite (casta), heredando los puestos de sus progenitores. A algunas viudas de “caídos”, nacionales por supuesto, les pusieron estancos. Había muchos casos que las élites eran locales y caciquiles. ¿Quién en Melilla no conoce algunos de éstos vástagos, herederos de esa élite caciquil?. Cuando esos jovenes “litris”, (ahora pijos), solían mirarte por encima del hombro, porque ibas a un colegio de “balde”, mientras ellos recibían becas y bolsas de estudios, tan sustanciosas, como el sueldo anual de un simple obrero. Solo hay que leer las Actas del Ayuntamiento de las decadas de los 40-50 del siglo pasado, y se sorprenderán ver algunos apellidos de esa “élite del jurdó caciquil melillense”: farmaceuticos, médicos, abogados, etc. que recibían esas suculentas dietas y bolsas de estudios, mientras que los hijos de los “tiesos” heredaban el ropaje y el calzado de los hermanos mayores que las madres, por necesidad eran buenas sastras, bordadoras y modistas, arreglaban como podían de otros familiares. Y si ahora algún “iluminado” puede pensar que la corrupción no estaba enquistada hasta el tuétano en la dictadura, creo solo hay que echarle un vistazo a esas Actas, para comprobar que era su ADN.

Dicho esto, yo pienso que en Melilla, algunos columnistas-colaboradores, suelen dividirse entre los que “triunfan” peloteando, degustando un descafeinado, porque mucha gente, con sus “14 cosechas anuales” se ve reflejada en ellos; y los fracasados, que solo nos dan la razón cuatro gatos. Pero bueno, al menos “fracasamos” con una muy amplia sonrisa cachonda. Y si no, vean mi fotito al margen de este escrito.

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