Hay un refrán que dice: “Y vísteme despacio que tengo prisa”. Las agujas del reloj afectan tanto nuestra vida cotidiana que esta llega a depender sin remedio de ellas. Deciden si tenemos prisa, si llegamos tarde, si aceleramos en la carretera o si nos enfadamos cuando nos parece que un semáforo tarda mucho en ponerse “verde”.
Incluso, si el que tenemos delante tarda un “pelín” en iniciar la marcha. A veces esperas que sigan quietas pero pasan rápidas, las personas fallecen y tú sigues mirando las agujas, ese reloj de la vida, esa que a menudo deseas que corran y otras que no, que vayan lentas, muy lentas. Con la era digital se han hecho más eficaces, cada segundo de nuestra existencia está engrilletado a esas agujas. Ya es tarde, lo he comprobado rompiendo mi reloj voluntariamente, suena el teléfono móvil y me doy cuenta de la estupidez que acabo de hacer.
Y me pregunto yo: ¿A alguien le puede interesar todo este párrafo anterior? Puede ser una verdad como un templo. Uno (yo) que ha sido cartero peatonal en su profesión habitual, está acostumbrado a caminar deprisa, incluso, ahora jubilado lo sigo intentando aunque en ocasiones algo de artrosis en ambas rodillas y un par de “juanetes” o “Don Juanes” me impiden mayor rapidez. No obstante, yo y otros muchos como yo que hemos tenido la bendita suerte de llegar a nuestra jubilación por la edad, deseamos que esas agujas de nuestro reloj, de cualquier reloj, giren lentamente y nos dejen vivir el mayor tiempo posible y con la mejor salud posible.
Escribiendo esto y si me lo permite M.H. acabo de recordar el triste fallecimiento del padre de uno de mis mejores amigos la noche del pasado 17 de julio en Melilla, después de bastantes días ingresado hospitalariamente. Tenía 94 años este buen señor. Pepe López, muchos años vividos en la calle Duque de La Torre, allí lo conocí cuando hacíamos los deberes su hijo Paco López García y yo. Mi más sentido pésame amigo Paco, un fuerte abrazo, también a tu madre, hermana, sus nietos, biznieto, hijos políticos y demás familiares. Dios le habrá ofrecido un buen lugar en el cielo a tan buena persona, esposo, padre, abuelo y bisabuelo. Mucho ánimo y fuerza, pensemos en positivo, en una persona que ha podido vivir 94 años disfrutando de todos sus familiares y vosotros de él. Descanse en paz.
