El rincón de Aranda

Cartas Desde La Purísima L

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La “Carta” de hoy, por su luz de fuego celeste, va a hacer que las losas, aunque estén gastadas por la Luna del tiempo, creo que va a alumbrar todas las de La Purísima. Créanme si les digo que yo solo me limito que nuestros Héroes, con sus nombres y apellidos, nos hablen en estas epístolas.

Y todo ello, gracias a mi amigo José Luís Blasco, que es mi “Alma Máter”, el que me ha impulsado a darles voz a los Héroes con estas humildes “Cartas”. Hoy es un soldado quien lo hace, y dice así:
“Queridos melillenses: Me llamo Francisco López, y soy soldado de las antiguas Compañías Fijas. El 29.01.1775, los moros fronterizos me mataron en las cercanías del Fuerte de Sta. Bárbara. Les escribo, porque hay rumores de que han llegado varios generales para visitarnos a todos los que caímos, durante estos últimos siglos, en defensa de la Plaza; y varios de los que estamos en la Bóveda de la Soledad, en la Iglesia de la Concepción, nos hemos acercado a ver quiénes pueden ser.

La verdad es que, nada más llegar, me he encontrado junto al ficus centenario, que hay en el patio bajo, con la sorpresa, nada más y nada menos, que mi viejo Mariscal de Campo, D. Juan Sherlok Cavallero Baronet, el que mandaba las fuerzas de la Plaza, cuando el Rey marroquí le puso el famoso Sitio (1774-1775). Un venerable anciano, vestido de civil, que reposa cerca de la tumba de la niña arrodillada, esculpida en mármol, me ha dicho que me fijara muy bien, porque esa reunión iba a ser histórica. A continuación fue detallándome los nombres, de los que él pudo reconocer, por antiguas fotografías, que eran: Los Generales: D. Juan Margallo, abatido el 28.10.1893, en las inmediaciones del Fuerte de Cabrerizas. El Capitán General, D. Leopoldo O´Donnell y Joris, General en Jefe del Ejército de África, en la Guerra de los Castillejos; el que, en carta dirigida al Presidente del Gobierno, el 25.03.1860, y después de la rendición de las tropas marroquíes, cerca de Tetuán, con toda la nobleza, entre otras cosas, decía: “….Que no me pareció generoso para mi Patria humillar a su enemigo, que si se reconoce vencido, dista mucho de ser despreciable”.

A D. José Marina Vega, Comandante General de Melilla, cuando ocurrió el cobarde ataque de los fronterizos, asesinando a tiros, a unos obreros, que construían un puente, el 9.07.1909. Un cura, que se llama D. Miguel Acosta, que fuera Vicario Eclesiástico de Melilla hasta 1918, y también Canónigo de Ceuta. Este sacerdote murió en Melilla en 1924. El Soldado, Fernando Bueno Espinosa, que apalearon los moros en el Fuerte de Cabrerizas Altas, en 1892, está el pobre absorto, en medio de todo este “Generalato”, ya que la reunión se ha celebrado junto a su sepulcro, de la torre inclinada. También se encontraba una señora: Dª Juana Martínez López, de unos 40-50 años, de estatura mediana, que fue la Cantinera de Batel, que mucha gente cree que era la de Monte Arruit; porque fue en ésta posición donde atendió, hasta su muerte, el 23.07.1921, al Tte. Col. de Caballería Alcántara 14, D. Fernando Primo de Rivera. Sabrán que el Mariscal Sherlok, murió en 1794, en Sanlúcar de Barrameda, y fue enterrado en la Iglesia de San Jorge (de los Irlandeses), y desde allí ha venido a visitarnos a todos; igual que el General O´Donnell, que se encuentra en la Iglesia de Santa Bárbara, en Madrid, junto a los Reyes Fernando VI, y Bárbara de Braganza. El General Marina también se desplaza, de vez en cuando, desde el Cementerio de Madrid, para visitar a sus soldados, y charlar con todos los que cayeron en esos peñascos del Gurugú. Siempre se le ve, muy animoso, charlando con los Generales D. Guillermo Pintos, y D. Pedro Del Real. Mi compañero, Isidro Carrió, soldado de la 3ª Cía. del 2º Bon de Ligeros de Cataluña, que también cayó en Sta. Bárbara, el 11.01.1775, acaba de llegar, preguntándome a qué venía esa reunión de Generales. Junto a nosotros estaba también el Tte. de Infantería, y Capitán de Llaves, D. José López. Este Capitán creo que falleció, de muerte natural, el 19.01.1843; y nos ha explicado que estos Generales, siempre aparecen en La Purísima, cuando menos se les espera. La verdad es que no sé de lo que hablaron, pero lo que si veíamos todos es que llegaron desde la eternidad, como navegantes invisibles, a través del horizonte y el cielo, surcando España, y nuestro mar, con su atmósfera pura y luminosa, enarbolando nuestra bandera como una fulgurante vela de gloria.

Aunque me da un poco de pereza, Isidro y yo, sintiéndolo mucho, les dejamos, no sin antes decirles que en el suelo de la Iglesia de La Concepción, estamos muchos compañeros, desterrados, y también civiles, que caímos en la defensa de estas murallas. Desde este Camposanto de La Purísima, reciban un fuerte abrazo, con todo nuestro cariño”.

Yo creo que nuestros Héroes, tienen un fuego que nunca se extingue; y a sus almas tan caudalosas, de huellas fosforescentes, debemos tratarlas con una purísima ternura. Sus laureles, y raíces, como comprobarán, siempre florecen en cada visita que les hacemos, trepando como enredaderas de cantos transparentes, en nuestros corazones. Sus ojos, cerrados por la gloriosa muerte, continuarán siempre dándonos la luz, y la grandeza, la bondad, y la sencillez, de la Patria; y aún más a ustedes, queridos lectores, que tienen la santa paciencia de leerme.

Tengan siempre en cuenta que el Héroe Soldado, siempre nos sonríe, como cualquier rosa, siempre atada a su perfume; y lo hace con la sonrisa de un crisantemo; y si habla, sus palabras son armas prodigiosas, como de un lirio “rosado”, lleno de rocío.

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