Manuel Campo Vidal, moderaba, eso parecía. Pedro Sánchez, debía de ir a por todas, no le queda otra. Mariano Rajoy, acudió para hablar de recuperación. Pero no todo es como es ni debe parecerlo. Fíjese que a pesar de existir tres debates ante el 20D, al segundo lo llamaron decisivo, cuando aún quedaba otro.
El de anoche que era el del “bipartidismo perfecto” se repitió en exceso hasta hacer que desconectáramos o que el sueño al final de una jornada laboral nos hiciese dar una cabezada. La mesa invitaba a la cercanía, pero solo fue física. El plató de la Academia de la Televisión fue frío, alejado de colores oscuros como en Francia. El vestuario, corporativo, solo que Sánchez vestía más moderno y no iba solo, sino acompañado de nuevo por su mujer. La corriente americana que se impone hasta en la manera de coger un teléfono mientras se luce solo camisa. El llamar joven a alguien no me queda claro en que posición se queda quien lo dice, si en que se considera mayor o en la bisoñez del otro. Ni lo uno ni lo otro, puede ser solo apariencia o causa de largos años en política o que lo nuevo no aporte tanta inexperiencia. Tal vez todos los hombres del presidente le aconsejaron la respuesta de Reagan a Mondale en 1.984, pero en versión hispana. Ahí hubo fallo como en una excesiva agresividad o como sólo enfadarse cuando había alusiones personales y el final, no se supo aprovechar. Rajoy cerraba y quien esto hace tiene la enorme ventaja que las últimas palabras son las que mejor guardamos. El esgrimir el bolígrafo continúa pese a las tablas y a supuestos asesores. Restaron numerosos temas a debatir, de esos que nos preocupan a todos pero pasaban los minutos y no llegaban. Sí en cambio los papeles, alguno hasta arrancado de un cuaderno, no sabemos si azul o no. Y los zapatos se movían, salían discretamente pero denotaban nerviosismo del presidente. El aspirante echaba los hombros hacia delante mientras le daba fuerte con su verbo a Rajoy. Se recurría a Pinocho, tal vez en demasía y planeaba un campo enfangado, se palpaba tanta pasividad en las palabras que nos hacía dudar si en vez de sangre hay horchata. Seguro que se pensaba que una victoria es agotar los tiempos. El carisma de los candidatos no pesa tanto en el votante como los temas y los mensajes emitidos.