Y conviene recordar de nuevo lo que decía Friedrich Hayek en su extraordinario libro "Camino de servidumbre", con el nazismo aún vivo: el principio que afirma que no existe otra política realmente progresista que la fundada en la libertad del individuo sigue siendo hoy tan verdadero como lo fue en el siglo XIX. Y hoy la libertad, nuestra libertad, está gravemente amenazada por terrorismos como el del autodenominado Estado Islámico.
Sin duda la gran noticia de los últimos días ha sido el atentado en París, una auténtica barbaridad, una monstruosidad, una más de las perpetradas por el siniestro Estado Islámico de Irak y del Levante (IS, en la terminología anglosajona), que ha llevado a las máximas autoridades francesas a declarar la guerra a ese Estado terrorista y a incrementar, como primera e inmediata medida, los bombardeos contra las bases en Irak de esos terroristas.
El pueblo francés ha recibido la solidaridad del resto de los europeos y de los demás países del mundo libre. Muy destacadamente de los españoles que, dicho sea sin ánimo de reproche a posteriori, no recibimos del pueblo y las autoridades francesas una solidaridad tan destacada cuando padecimos aquél aún más sangriento 11/M, todavía sin aclarar sus autores, por cierto. Pero eso no es, ahora, lo más importante, ni lo es resaltar ahora que así como el pueblo francés ha apoyado, sin reparo alguno, a su gobierno tras la catástrofe parisina, en España muchos partidos, y muchos españoles, se apresuraron a culpar a nuestro gobierno de entonces por lo ocurrido en los trenes, no a los autores, tildando al gobierno y a sus máximos representantes de "asesinos", por haber apoyado, que no participado, en una guerra contra la barbarie, la misma que el presidente francés, con el apoyo de la casi totalidad de los representantes políticos franceses, acaba de declarar contra el IS.
Tampoco es importante destacar, pero sí no olvidar, que mientras los franceses, y muchos que no lo son, han entonado una y otra vez la marsellesa tras los atentados, en nuestro país un nefasto líder político, el de Podemos, calificó, con su habitual ignorancia y petulancia, de "triste pachanga fachosa" a nuestro himno, que aún permanece sin letra, para vergüenza general y como signo oprobioso de nuestras perennes divisiones internas. Un himno que, además, es silbado impunemente e incluso con el aplauso, a los silbidos, de muchos políticos y dirigentes deportivos.
Leo y recuerdo que, según la concepción islámica del mundo, éste se divide en dâr-el-islâm (tierra o país del islam), y dâr-el-harb (país de guerra o territorio enemigo). Me parece evidente que el IS aspira a unificar bajo la misma dawla, la misma dinastía y Estado (en árabe dawla significa a la vez dinastía y Estado y eso ya es, de por sí, muy significativo) todos los territorios en los que imperó la fe y la ley del islam. Asegurar que el IS nos ha declarado la guerra no me parece una barbaridad. Lo que creo que es una barbaridad, y una inconsciencia imperdonable, es no aceptarlo y defender, como la Podemos alcaldesa de Madrid, que de la guerra se defiende uno mejor con el amor, aseveración que, desde luego, no podrán refutar los asesinados en París ni todos aquéllos, tan numerosos, a los que el IS ha degollado en público.
Los que rechacen el simple uso de la palabra guerra, encabezados por los Podemos de turno, quizás podrían sustituir tal palabra por la de ataque defensivo contra la financiación del IS, calificado hoy como el grupo terrorista más rico de la historia. Se calcula que el IS posee activos, cash sobre todo, por encima de los 800 millones de euros y que la captura de Mosul, segunda ciudad de Irak, les reportó 1.500 millones de euros adicionales. Sus ingresos provienen sobre todo de la extorsión en Irak (558 millones en 2014), de robos en bancos iraquíes (unos 465 millones), del contrabando de petróleo (95 millones) y de secuestros (19 millones). Y lo curioso es que el IS publica, como cualquier empresa multinacional, sus memorias anuales, en las que sus logros no son vender más ordenadores o más lavadoras, sino el número de asesinados, el de secuestrados, el de bancos robados, etc. Los terroristas han utilizado, además, una estrategia de comunicación en las redes sociales realmente muy exitosa, pero ahora un grupo de hackers internacionales les han declarado la guerra (sí, la guerra, no el amor) en ese campo, una decisión interesante y probablemente muy eficaz para terminar con la sangre, el dinero, que posibilita que se derrame tanta sangre, de la de verdad. Terminar, o al menos dificultar mucho, la financiación del IS es un objetivo fundamental para la seguridad de los países libres. Y conviene recordar de nuevo lo que decía Friedrich Hayek en su extraordinario libro "Camino de servidumbre", con el nazismo aún vivo: el principio que afirma que no existe otra política realmente progresista que la fundada en la libertad del individuo sigue siendo hoy tan verdadero como lo fue en el siglo XIX. Y hoy la libertad, nuestra libertad, está gravemente amenazada por terrorismos como el del autodenominado Estado Islámico.
Y también conviene insistir en que este periódico ha sido víctima de un terrorismo liberticida, por supuesto no tan grave como el de París, en forma de quema organizada y más que presuntamente ordenada de un coche, al segundo intento, una forma de indudable amenaza advirtiéndonos que, si no callamos y no publicamos lo que no quieren que se sepa, la quema del coche en la puerta de mi domicilio puede ser sólo un primer paso. Otro paso ha venido en forma de amenaza desde un poder público. Pues bien, insisto en que no nos van a vencer, ni se nos va a olvidar que el terrorismo del que fuimos objeto ha de ser aclarado e identificados los culpables e instigadores, sobre todo estos últimos y sean quienes sean.